Destino Cornellana

Son las cinco y media de la mañana, se empiezan a escuchar los primeros ruidos de peregrinos de este albergue en el que he pasado la noche, comienzan a levantarse para hacer la etapa correspondiente. Son sonidos de cremalleras de las mochilas, sonidos de cocina preparando los cafés antes de partir… En fin, que me pongo en pie, y me uno también al comienzo de este segundo día.

La noche ha sido fría, húmeda, lo primero que hago es asomarme por la ventana y la niebla de la primera hora de la mañana ya ha hecho presencia. Como el día de ayer fue de aquella manera, no tuve tiempo de preparar nada para el desayuno de hoy en el albergue, esperaré pasar por el primer bar que haya abierto para desayunar.

Después de recoger todo, hacer la mochila y prepararme los pies para la jornada, me dispongo a comenzar. Para salir del albergue tengo que atravesar la planta de arriba que aun está a oscuras, pues queda todavía gente durmiendo, intentando molestar lo mínimo posible tengo que pasar por la cocina ineludiblemente donde ya hay algunos peregrinos desayunando. «¡Buenos días!», todos contestan, cada uno en su idioma, pues detecto que hay una pareja de italianas, dos chicas catalanas, y un peregrino que por su aspecto parece coreano. Uno de ellos me ofrece una taza de café, tenía un color extraño, pero accedo a tomarlo pues sin duda por la buena disposición de quien me lo ofrece no podía negarme. Estaba calentito, una de las chicas italianas me ofrece unas galletas, también las tomo, deliciosas.

Las primeras luces del día me reciben ya de camino hacia Cornellana que es donde he decidido hacer la segunda parada. Los primeros kilómetros que recorremos los hacemos entre prados típicos asturianos. Cogimos una pista asfaltada que nos lleva en poco más de una hora de camino hasta Premoño, donde me llama la atención una ermita (después me enteré que era la de Santa Ana, y que fue un antiguo hospital de peregrinos).

La mañana está resultando agradable. No es muy duro el camino, hace ya más de media hora que dejamos el asfalto y una senda pedregosa nos lleva entra castaños, robles y algún que otro árbol frutal. Ya hemos dejado atrás “pueblinos”, como Santa Eulalia de Valduno, Paladin, Larache y Peñaflor. Seguimos caminando entre caminos con muchas hierbas altas, atravesamos el rio Nalón, y nos presentamos en Grado, en donde hacemos un descanso para reponer fuerzas. Calculo que hemos caminado unos dieciséis kilómetros, aún nos queda jornada hasta llegar al objetivo marcado.

Paisaje de camino a Cornellana

En Grado he conocido a un peregrino asturiano, y recorremos con su compañía el resto de la etapa de hoy. Alberto, que así es su nombre, me cuenta que está haciendo el camino en fines de semana, y que se conoce muy bien la zona porque además le gusta el senderismo. El paisaje del que disfrutamos es espectacular, lo que la vista disfruta hace que no sintamos el cansancio que se va acumulando kilómetro tras kilómetro, sin darnos cuenta prácticamente nos presentamos en las puertas de nuestro destino: CORNELLANA, aunque no sin antes perdernos durante unos veinte minutos porque unas enorme obras de una autovía han eliminado las famosas “flechas amarillas” que perseguimos con la mirada a lo largo de todo el camino. Unos enormes pilares no impiden continuar y tenemos que dar un pequeño rodeo hasta presentarnos en la orilla del río Narcea, un río salmonero por excelencia donde nació loa famosa subasta del primer salmón de la temporada. Alberto me acompaña hasta el albergue, situado ni más ni menos que en una joya arquitectónica como es el Monasterio de San Salvador de Cornellana, fundado en el año 1024, y lo primero que me llama la atención es su estado, un poco ruinoso. Me doy cuenta de que una gran pancarta reclama inversión de la administración para su reconstrucción, antes de que se cumplan los mil años de su fundación.

En las puertas del Monasterio, me despido de mi acompañante del día, Alberto, y me dispongo a pasar al albergue, con la sorpresa que el interior del ala derecha del Monasterio la han reconstruido precisamente para atender a los peregrinos. Después de coger mi cama y lavar la ropa de la jornada, camino hasta el pueblo, unos ochocientos metros en busca de un restaurante para comer. Son las tres de la tarde y ya he quedado con el hospitalero voluntario del albergue para esta tarde a las siete que me abrirá el Monasterio para enseñármelo.

Ya en el monasterio, junto al peregrino Alberto

Por la tarde he disfrutado de la visita al Monasterio, y ni que decir tiene que me ha venido al pensamiento todo lo que hemos hecho en Criptana por reconstruir nuestro Convento, algo así creo, una asociación benéfico cultural es lo que necesitarían para dar los primeros pasos en la reconstrucción de esta maravilla.

Después de la visita, es hora de recoger la ropa que ya está seca e ir pensando en el destino de la siguiente etapa… TINEO.

28/Julio /2019


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