Mención especial tiene la Semana Santa de Campo de Criptana, que concentra la fiel recreación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo por parte de todo un pueblo, aunando la voluntad de miles de personas que cooperan desde múltiples facetas imprescindibles, como nazarenos, anderos, manolas, músicos, horquilleros o camareras, entre el Viernes de Dolores y el Domingo de Resurrección, con la acertada tutela e impulso que imprimen todas las cofradías y hermandades que conforman la Junta General de Cofradías. Unos días ansiados con impaciencia, devoción, expectación y esperanza, en los que sus magnos desfiles procesionales consiguen doblar el número de habitantes de la villa molinera por antonomasia, conocida mundialmente por ser el lugar donde especialistas e investigadores coinciden en ubicar la batalla más desigual y célebre de la novela más universal: Don Quijote contra los Gigantes.
La celebración de la Semana Santa de Campo de Criptana sobresale tanto por la implicación masiva y fervorosa de la sociedad criptanense como por su antigüedad. Los desfiles procesionales que transcurren en las calles y plazas de la Villa de los Molinos se remontan a siglos atrás, en el tránsito de la Edad Media a la Edad Moderna. El Archivo Histórico Nacional certifica, ya en 1568, la existencia de dos cofradías pasionales: la de la Veracruz y la de Nuestra Señora de las Angustias, que por entonces también procesionaban, al documentarse que disponían, aparte de la existencia de la imagen titular, de otros enseres como estandarte o andas. Desde entonces la Semana de Pasión ha venido adquiriendo aún mayor esplendor y relevancia, fervor, arte, participación, calidad e interés, con la salida a las calles de 30 grupos escultóricos de una gran pluralidad y valores artísticos, que logran un portentoso poder de convocatoria.
La riqueza, la variedad, las singularidades de la Semana Santa alcanzan su cenit con la procesión del Silencio, el Vía Crucis, que asciende hasta la más valiosa muestra del patrimonio histórico-artístico criptanense: la Sierra de los Molinos, entre los gigantes más universales. Una procesión que se celebró por primera vez en la década de los 60, y que se mostró al mundo entero a través de las cámaras de TVE.
Asimismo, esta fiesta religiosa comprende otras costumbres excepcionales y de gran valor: las cruces (penitencia que realizan quienes han hecho promesa y cargan con una cruz en las noches de Cuaresma), las subastas (pujas en la Plaza Mayor de todos los pasos que van a desfilar), los anderos (cerca de un millar de personas portan a hombros los pasos, caracterizados por su perfecta alineación, uniformidad y ritmo singular de llevar las imágenes) o los paseillos (forma de portar las imágenes desde las casas de hermandad o ermitas hasta el punto de inicio de la procesión).
El interés, la repercusión, las singularidades y su pervivencia en los siglos que aglutina esta histórica y participativa Semana Santa ha merecido su declaración como Fiesta de Interés Turístico Regional.