Presente y pasado de Campo de Criptana
Las bodegas y cooperativas, tras años de transición, han sabido ponerse a la altura de un mercado que exige variedad y calidad y se han abierto espacio en nuevos mercados y ferias donde no les han faltado premios y reconocimientos importantes. Sabor a vino que se une al sabor de su aceite de oliva elaborado en la almazara de la localidad con la aceituna de olivos viejos y nuevos. No falta una ganadería que proporciona buena leche para los exquisitos quesos manchegos y carne de cordero que en la zona siempre se ha sabido cocinar.
El pequeño comercio de Campo de Criptana se esmera y trabaja por adaptarse a unos tiempos que no son precisamente muy favorables y buscan en la confianza y el trato directo con el cliente su principal ventaja. La villa molinera es un pueblo de gente trabajadora con una dependencia grande del sector de la construcción y el transporte.

El municipio está situado en un lugar privilegiado en la comunicación norte y sur de España. Situada a poco más de hora y media de Madrid en un recorrido prácticamente completo de autovía. Igual para con su comunicación con el Levante español y la costa mediterránea o con el sur, Andalucía. Además, Campo de Criptana lograba reabrir su estación de ferrocarril con trenes directos en la línea Madrid-Levante y a tan solo 8 km de la estación ferroviaria de Alcázar de San Juan que ofrece un amplio horario de trenes y destinos.

El pequeño comercio de Campo de Criptana se esmera y trabaja por adaptarse a unos tiempos que no son precisamente muy favorables y buscan en la confianza y el trato directo con el cliente su principal ventaja. La villa molinera es un pueblo de gente trabajadora con una dependencia grande del sector de la construcción y el transporte.
El calendario de actividades culturales llena la agenda de citas no solo numerosas también y sobre todo de gran interés y calidad. Por mencionar algunas podemos señalar todo el movimiento de convocatorias de fotografía, dibujo, conciertos, rutas, exposiciones y presentaciones que genera la Semana Santa. El carnaval también arrastra un trabajo esmerado y una alta participación con dos peñas, Los Bartoleros y El Burleta que gana premios allá donde va. La Semana Cervantina suma décadas de ediciones de gran altura igual que los certámenes que de pintura y poesía organiza el Ayuntamiento bajo los nombres de Pastora Marcela, Valentín Arteaga o Isidro Antequera, nombres todos ellos muy criptanenses. Las palabras y la literatura están en los certámenes de Cartas Manuscritas o en el Certamen de Relatos de la Asociación Antares. Festivales folklóricos, los Mayos Manchegos, conciertos de Santa Cecilia con la Coral del mismo nombre y la Banda Filarmónica Beethoven a la cabeza junto a la más reciente Orquesta de Plectro y Guitarra “Ciudad de La Mancha” que dirige Fernando Bustamante. La música tiene también el ritmo de la Banda de cornetas y tambores “Cristo de la Elevación”, de pequeños grupos de cámara y de bandas con caras jóvenes y que pisan fuerte sin olvidar a los nostálgicos de los 60-70 y 80 que son muchos en una villa que vivió muy de cerca la movida madrileña desde el balcón de “Las Musas”. En diciembre la cita es con el Certamen de Villancicos, el concurso de belenes y de escaparates y lo que va camino de convertirse en una tradición y reto espectacular, poner en escena un gran musical de los de Broadway o Gran Vía con mucha valentía y un esfuerzo que moviliza a medio pueblo de forma desinteresada con unos resultados extraordinarios.

Campo de Criptana es deporte y despliega a lo largo del año una sana actividad. El atletismo convoca pruebas bien consolidadas ya en el tiempo: Cross Villa de los Molinos o la Carrera Popular Manchega que se convoca el 15 d agosto con una San Silvestre que pone el punto y final al año. Duatlón y triatlón se hacen hueco junto a una bicicleta que pedalea desde hace décadas en Criptana con una historia amplia e interesante. Ahí está el Trofeo Hermanos Pintor, Trofeo de Invierno MTB Gigantes… A ello se suma pádel, tenis, natación y su Club Criptana Gigantes, baloncesto con mucha historia y por supuesto un gran movimiento en torno al fútbol.
Detrás de muchas de estas iniciativas está un tejido asociativo que en Campo de Criptana es motor de vida. Unos colectivos que nacen del interés por muy diversas aficiones y con una gran vocación de servicio y ayuda.
En el día a día de esta villa manchega no faltan los niños con sus mochilas y sus múltiples actividades; los ancianos sin prisas con mucho siempre que contar y una juventud que sale a estudiar y trabajar fuera pero que acude puntual a su cita con el calendario de fiestas, familia y amigos.
Es cierto que cuando hay que hablar de tu propio pueblo y presentarlo al público universal es fácil exagerar y vender como extraordinario lo que no pasa de ser ordinario. Campo de Criptana es un pueblo sencillo y es tal vez esa naturalidad con que hace las cosas lo que le da un valor extra a lo ordinario. La mejor manera de comprobar todo lo que aquí se dice es viniendo, visitando y viviendo esta villa de arte, deporte y buenas costumbres.
Una herencia rica y valiosa
Herencia literaria y quijotesca
El Campo de Criptana de ahora vive bajo las aspas de sus molinos de viento que han girado hasta no hace mucho y que ya giraban en el siglo XVII. Fue entonces cuando el escritor de todos los tiempos, Miguel de Cervantes enfrentó a su personaje más famoso, Don Quijote, con los gigantes de “brazos largos y de casi dos leguas”. Una aventura jamás imaginada y que jamás pensó su autor que le convertirían en el hijo adoptivo más preciado de La Mancha. Es Cervantes y su valeroso caballero quien ha dado fama universal a Campo de Criptana y tal vez a quien más agradecida deba estar la villa y su gente.

Es muy de agradecer también que Don Quijote no pudiera “quitar tan mala simiente sobre la faz de la tierra” y cuatro siglos después ahí siguen nuestros molinos de viento. Los molinos no eran gigantes pero han dado gloria a esta villa manchega y la han hecho viajar por todo el mundo como es también mucho el mundo que viaja hasta ella. No podemos imaginar el interés que sobre un amplio número de visitantes nacionales y extranjeros despierta el visitar el paraje de la famosa batalla y situarse en el escenario real de lo que hasta entonces creían solo ficción.
Para muchos cervantistas los molinos de Campo de Criptana son los gigantes de Don Quijote y si no lo fueran lo parecen. Afirmación que se sustenta principalmente en los datos recogidos en las Relaciones Tipográficas de Felipe II (1575) y el catastro del Marqués de la Ensenada (1752) donde se recoge que Criptana era el único pueblo de todas las provincias manchegas que contaba con 34 molinos.
Cifra que se menciona en el famoso capítulo VIII cuando Cervantes escribe “En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo”. Es desde entonces que gigantes de largos brazos se siguen desperezando en la sierra molinera.Tal es el peso de la novela del Quijote aún en esta tierra manchega que parece que la historia de Campo de Criptana comienza entonces, como si antes no hubiera habido más que molinos de viento. No, esta villa tiene siglos y siglos de historia que le han dado nombre y vida y que han dejado una rica herencia que los criptanenses valoran, conservan y guardan con orgullo tras unas puertas siempre abiertas.
El antes de Don Quijote
La historia de Campo de Criptana es la historia de toda una serie de poblados que se fueron asentando en el territorio. Por los restos arqueológicos se puede afirmar que en el municipio había poblaciones en el Neolítico final, unos 5.000 años a.C. Ya en la época del Hierro la zona forma parte del territorio de los carpetanos. Resulta realmente interesante el museo arqueológico de la localidad en el edificio de El Pósito con piezas donadas por un particular de la villa, perfectamente catalogadas y que hablan de prehistoria y primeros siglos de nuestra historia.

No es hasta el siglo XIV cuando se puede hablar de Campo de Criptana como resultado de la unión de varias de las poblaciones existentes en el municipio mientras el resto fue desapareciendo.
Las poblaciones Alce y Cértima son las dos primeras poblaciones que aparecen mencionadas y lo hace el historiador romano Tito Livio en el relato que realiza de la conquista romana de Hispania. En la época romana el ascenso de lo que entonces era Consuegra dejó en declive al conjunto de poblaciones de la zona.
Tras el imperio Romano llegaron los visigodos después de un breve paso de los alanos por la zona. Es bajo el dominio de los visigodos cuando la población se centra por una parte en el poblado de Villajos y por otra en torno al Cerro de la Virgen que entonces era un puesto fortificado y defensivo. En estos dos puntos se mantuvo la población en la posterior etapa musulmana y pasó a formar parte de la autoridad de Toledo.
La situación geográfica de Campo de Criptana hizo de la zona un lugar de paso. Las continuas luchas entre los árabes y los cristianos en plena Reconquista hacían bailar con frecuencia la frontera a favor de unos o de otros. La Reconquista quedó consolidada en este espacio de la península con el triunfo de las tropas cristianas en la famosa batalla de Las Navas de Tolosa. Entonces comienza la repoblación de la amplia Mancha y se hace bajo el Reino de Toledo y la Orden de Santiago. Fue esta orden de caballeros quien favoreció la llegada de población otorgando cartas puebla, fueros y privilegios. Es entones cuando se funda, sobre el 1300, la villa de “El Campo” que destacaría sobre las demás y terminó acogiendo al resto de habitantes de la zona y pasó a denominarse Campo de Criptana (S. XIV)
En el siglo XVI Campo de Criptana protagonizó un desarrollo importante. Fue entonces cuando se construyeron bastantes de los monumentos todavía existentes y empezaron a girar las aspas de los molinos de viento con una significativa producción de harina. En 1605 el más grande de la literatura castellana, Miguel de Cervantes publicaba la primera parte de su novela Don Quijote de La Mancha que inmortalizó a los molinos y los convirtió en el símbolo de Campo de Criptana. Fue este siglo una época de declive con una continua pérdida de habitantes que no se volvería a recuperar hasta el siglo XVIII.
El después de Don Quijote
Campo de Criptana también fue escenario de la Guerra de la Independencia y de la I Guerra Carlista. Las últimas décadas del siglo XIX fueron esenciales para la localidad. Por una parte la llegada del ferrocarril en la línea Madrid-Alicante y por otra en el ámbito agrario. La crisis del cereal en Europa obligó a los agricultores a buscar otros productos y se sustituyo el trigo por el viñedo. Algo que resultó decisivo hasta nuestros días. La población aumentó por la mayor necesidad de mano de obra y por la industria que el nuevo fruto generó en la zona: bodegas, alcoholeras y todo un movimiento que trajo hasta La Mancha y en concreto hasta Campo de Criptana inversores de otras partes de España.
Ya en el siglo XX, sus tres primeras décadas fueron de prosperidad con el sector de la vid como motor de la actividad económica. La población se duplicó.


Guerra Civil, dura posguerra y unos años 50 marcados por la mecanización del campo que si bien trajo prosperidad a unos significó la falta de trabajo en cadena de muchas personas y la desaparición de oficios. Ello obligó a muchos criptanenses a emigrar a las ciudades, favorecidas por la política de industrialización del Franquismo. Ya en democracia en el periodo de Transición la población se fue recuperando y la localidad encontró una masiva salida económica en el sector de la construcción. Y así llega Campo de Criptana a un siglo XXI con unos años iniciales de boom económico tirado sobre todo por el sector inmobiliario y de obras. Un florecimiento acompañado de una gran cantidad de actividades e iniciativas culturales y deportivas y con un importante potencial turístico que se empieza a exportar y cuidar. A las manos de los criptanenses se une la llegada de inmigrantes procedentes principalmente de Marruecos y Rumanía.
Esta es la historia del aquí y ahora y del antes de un Campo de Criptana que abre sus aspas al visitante con aire siempre acogedor y con ganas de agradar y compartir todo lo que tiene y es.