“Criptana, un pueblo que llevo en el corazón siempre”
Laura Figueiredo (17-11-2022).- Llegó lleno de vivencias desde Nicaragua, donde ha estado los últimos tres años como misionero enviado desde el Instituto Español de Misiones Extranjeras. Antes estuvo en Zambia, donde sumó casi 10 años. Y antes, fue sacerdote en la parroquia Nuestra Señora de la Asunción de Campo de Criptana desde 1990 AL 93. Ahora, y ante la situación complicada y delicada del país centroamericano, volvía a España el pasado verano, donde está a la espera de un nuevo destino. Mientras, sigue formándose y formando nuevos misioneros.
Es Ángel Almansa Rodríguez y muchos recordarán su paso por Criptana donde trabajó junto a D. Joaquín Alhambra, párroco entonces en la localidad. Seguro que son bastantes los criptanenses que recuerdan su trabajo con los jóvenes y de manera especial con las personas con problemas de drogadicción. Un paso que dejó huella y que también caló en este entonces joven sacerdote que soñaba con irse de misiones. Desde Criptana partió hacia Zambia y luego a Nicaragua.
Ángel nos habla del mundo de los sencillos y de los humildes; de las comunidades nacientes en la fe en las que la labor del misionero está muy lejos del “imponer y construir iglesias” y se convierte en un compartir la vida a la vez que se hace presente la visión del Evangelio.
Nuestro misionero nos habla de esas comunidades campesinas y su pobreza, pero sobre todo reflexiona sobre nuestras pobrezas, de las de este llamado primer mundo.
-¿Cómo estás?
Feliz y contento y en pleno periodo de cambio. En junio tuve que dejar Nicaragua y ahora pendiente de un nuevo destino.
-¿Temiste por tu vida?
No, no he temido por mi vida, pero sí es cierto que ha habido intimidación con una vigilancia casi constante.
-¿Por qué misionero?
Nunca había pensado en misiones, no estaba en mi horizonte para nada. Fue en el seminario cuando descubro esa vocación a través de un taller misionero que se pone en marcha con visitas de misioneros contando sus experiencias, su trabajo y vivencias. Es ahí donde nace esa vocación misionera más allá de nuestro entorno más inmediato.
-Un entorno lejano que te lleva en un segundo destino a una Nicaragua convulsa y con un serio enfrentamiento con la Iglesia.
Una situación que se prolonga desde 2007. Ortega Murillo no ha querido dejar el poder y ha transformado el país en una dictadura. En 2008 la respuesta del ejército a las movilizaciones fue disparar a matar. Se generó desde entonces una crispación social con un régimen que no está dispuesto a ceder; se detuvo a los candidatos de la oposición. Hablo de unos 160 presos políticos en las cárceles. El siguiente objetivo fue la Iglesia libre frente al poder, crítica y que denuncia la violación de los derechos humanos. Unas denuncias que llevó a represalias con encarcelamientos y obispos exiliados o retenidos. Quieren una Iglesia muda.
-¿Cuál es el trabajo del misionero en pleno siglo XXI?
Estar con la gente. En mi caso en Nicaragua me mandaron al seminario en Managua como profesor formador porque se necesitan personas bien formadas para la misión. Pero, es verdad que en cuanto podía y contaba con el suficiente tiempo libre, me marchaba a las comunidades campesinas. Son comunidades muy aisladas; te hablo de 6 horas en camioneta desde Mangua y 9 en bote por el río. Ahí te cuentan y compartes sus alegrías y sus penas, son gente abierta, sencilla y humilde.
-¿Cómo se vive allí el Evangelio?
Pues mira, hay una gran diferencia entre las ciudades y las comunidades de campesinos y zonas profundamente rurales. El Evangelio en las ciudades no deja de ser un producto a consumir, se transforma en unos sacramentos que se consumen cuadrando con fechas y restaurantes. Esto es un bufé religioso. Por el contrario, en las comunidades se vive y practica el Evangelio en el día a día: cuatro vacas que se ordeñan, se echa una mano al vecino cuando está enfermo y no puede hacer su trabajo en el campo o con los animales, se comparte…. La gente se organiza con solidaridad y se vive con alegría el Evangelio. Comunidades que entienden la fe como una vivencia más allá de tanto humo.
“Allí el Evangelio en las ciudades se convierte en un bufé religioso, en un consumo de sacramentos a cuadrar con fechas y restaurantes. En las comunidades campesinas se entiende la fe como una vivencia más allá de tanto humo””
-¿Y cómo el misionero acerca el Evangelio a la gente?
Se trata de compartir la vida a la vez que ofrecemos la visión del Evangelio. No se trata de imponer ni de construir iglesias. La tarea está en vivir la vida en comunidad desde la sencillez y sin recetas mágicas. Ofrecemos esa visión del mundo con la que Jesús nos invita a vivir y es así como surge el interés. Eso es lo que nosotros ofrecemos, mientras que ellos nos ofrecen enriquecer la nuestra. La misión es un diálogo y no una imposición.
“La misión es un diálogo y no una imposición”
-Parece que la misión se hace más necesaria en occidente y sociedades enriquecidas “avanzadas” que en comunidades sencillas y humildes.
En todas partes se necesita la misión, la misión de hacer presente el Evangelio. La Iglesia nace para la misión, ese es el mandato para todos los creyentes, ser testigos suyos, testigos del amor de Dios y esa es la razón de ser de la Iglesia: -Dios te ama, creas o no-. Cuando la Iglesia se convierte en un obstáculo de amor ente Dios y las personas, pierde su esencia.
En cualquier caso, la misión allí y aquí es muy diferente. En ambos sitios es una realidad la falta de sacerdotes. Allí, hablamos de comunidades nacientes sostenidas por laicos con la presencia de un sacerdote de tarde en tarde. Aquí, hay una implicación de los laicos pero es verdad que muchas veces se desentienden y nos encontramos con curas muy encerrados en el clericalismo cuya preocupación es la mayor o menor audiencia.
“Cuando la Iglesia se convierte en un obstáculo de amor ente Dios y las personas, pierde su esencia”
-Mundo, en cambio, incertidumbre y convulso. ¿Dónde queda la esperanza?
Pues esa esperanza precisamente no la veo en los países más ricos. Está mucho más presente en Zambia o en estas comunidades campesinas que en las grandes sociedades. Viven una profunda crisis de fe en medio de un cambio de época, en medio de una nebulosa donde no ven ni saben hacia dónde ir. Todo es relativismo, el según se mire; hay una pobreza de vida cristiana.
“Nos encontramos sociedades en las que se crean sonrisas artificiales pero no una felicidad profunda”
- Pero nadie quiere ser pobre ni allí ni aquí
Hablo de austeridad, de saber poner la línea de lo necesario para vivir con dignidad y reconocer todo lo innecesario. Y eso es muy difícil cuando todo se convierte en imprescindible. No hablo de miseria, hablo de austeridad. Y voy más allá, el consumismo y el ritmo de vida nos lleva a un planeta que no aguanta, que no da más de sí. En fin, la pobreza es el dios dinero, el dinero tiene poco que decir y mucho que estorbar.
-¿Dónde hemos dejado a Dios?
El ateísmo no existe, todos hemos endiosado a alguien o algo; todos estamos de rodillas ante el dios, dinero, placer, poder, consumismo… Te aseguro que merece la pena endiosar al Dios del amor, así podremos dar y compartir un amor generoso y abrir lo mejor de cada uno a los demás. Debemos buscar en nuestro interior y descubrir quién es mi dios y ese Dios es el del amor. Y de la manera más sencilla y natural nos liberaremos de todo aquello que nos convierte en un lobo para el hombre, en inhumanos.
“Te aseguro que merece la pena endosiar al Dios del amor”
-¿Qué pedís los misioneros a quienes vivimos en el llamado primer mundo?
Pues eso, precisamente, que descubramos al Dios del Evangelio que, creamos o no, está en nuestro interior. Si lo hacemos vendrá el compromiso, cada uno desde sus posibilidades para mejorar la vida de tantas personas. Ello, nos llevará a apoyar los proyectos que ayudan a dignificar la vida de tantos. ¿Qué más? Oración y una transformación en la manera de vivir y mirar el mundo. Veo que hay generosidad y solidaridad, pero os falta constancia, enseguida viene el cansancio, no es una opción de por vida, no tenéis fuerza.
-Bueno, algo bueno tendremos en esta sociedad a pesar de la pobreza de vida cristiana.
No hay duda que veo comunidades generosas. España responde muy generosamente a la hora de apoyar campañas y proyectos de Manos Unidas, Santa Infancia, Domund, Cáritas… todo ello permite avanzar en programas e infraestructuras de formación y educación, sanidad, electrificación, agua… todo es mucho donde no hay nada.
-¿Qué recuerdos tienes de tu paso por Criptana en esos años del 90 al 93?
Un pueblo que llevo en el corazón siempre. Trabajamos muy bien y de manera especial con los jóvenes y las personas drogodependientes. Trabajamos por una juventud vital en torno a la Iglesia. Viajamos hasta Viena donde participamos en el Encuentro Internacional de Jóvenes, los campamentos en Fuencaliente, los del Cristo... Se creó un buen movimiento juvenil con un espíritu de búsqueda de Dios y que se contagiaba de la alegría de la fe. No fue fácil, pero se trabajó mucho con una respuesta entusiasta. Recuerdo un Criptana de gente sencilla, trabajadora y con un sentido profundo de la fe.
-¿Cómo ves a los jóvenes ahora en España?
Ahora me entristece la falta en general que hay en la juventud de ideas claras y es que hay mucho interés en crear confusión entre ellos, dibujando un horizonte oscuro y erróneo. Siempre los jóvenes han tenido ese espíritu transformador, de un mundo más justo y ahora están domesticados principalmente por ese consumismo. Necesitan retos que les hagan crecer.
“Los jóvenes necesitan retos que les hagan crecer”
-¿Os llega el trabajo de los Grupos de Animación Misionera (GAM)?
Hacen un trabajo increíble. Una labor de comunicación importante para acercar nuestras realidades y necesidades a los pueblos y localidades. El GAM de Criptana tiene una larga trayectoria con un trabajo muy eficaz, creando conciencia de nuestro trabajo y necesidades. Una labor, que, además, termina fortaleciendo nuestra misión allí donde nos encontremos.