"(...) no ocupa más palmos de tierra el cuerpo del papa que el del sacristán, aunque sea más alto el uno que el otro; que al entrar en el hoyo todos nos ajustamos y encogemos, o nos hacen ajustar y encoger, mal que nos pese y a buenas noches."
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en el mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir.
La muerte nos iguala, tanto que si los viejos la tienen delanto, los jóvenes la llevan a las espaldas. Célebre es el dicho según el cual mientras vivimos no hay muerte y cuando llega la muerte, ya no vivimos. "Quien teme la muerte no goza la vida", dicta el refranero, que en lo tocante al futuro advierte: "El muerto el hoyo, y el vivo, al bollo."
Una superstición marinera contrarrestra el furor de la mar con la entrega del fallecido a bordo y lo expresa con esta sentencia: "Muerto al agua, borrasca segura".