Ana y Juan Pablo de las Heras y el legado fotográfico de su padre, Isidro de las Heras

  “Simplemente he querido reivindicar el trabajo original de mi padre”

Laura Figueiredo (17 de abril de 2024).- Viene pocas veces por Campo de Criptana aunque nació en la calle Estrella y pasó sus primeros años en el pueblo. Son escasos los recuerdos de entonces y buenos y agradables los más recientes. Es verdad que sus visitas al pueblo son escasas, pero cuando viene se marcha siempre agradecida al trato recibido y sobre todo al mimo con que se cuida y conserva el trabajo de su padre en un espacio preferencial en los archivos digitales del Ayuntamiento. La reivindicación del blanco y negro de aquellos años como esencia de la historia de Campo de Criptana y de la labor fotográfica del padre la han llevado a ser una de las personas más activas en la página de Facebook “No eres de Criptana si” con el nombre de Brianna De las Heras

Es Ana de las Heras, hija del fotógrafo Isidro de las Heras Redondo (1924-2005) y viene acompañada de su hermano mayor, Juan Pablo, porque “él tiene muchos más recuerdos que yo y te va a contar más cosas”. Y vienen desde Madrid donde viven desde que en 1965 su padre y su madre, Encarnación García Sánchez (1929-2020), se marcharan a vivir y a abrir un nuevo estudio de fotografía. Antes ya el padre lo había abierto en Campo de Criptana, Estudio Dumny, que dirigió desde 1951 hasta el 65. Casi 15 años en los que este fotógrafo, nacido en El Escorial (Madrid), dejó retratado un Campo de Criptana en blanco y negro, la vida de un pueblo manchego del que poco queda 70 años después al margen de nombres y apellidos, escenas e imágenes llenas de nostalgia.

Desde hace unos meses Ana se ha sumado al grupo de FB y publica las fotos de su padre que ya están recogidas en los tres álbumes que se publicaron en los primeros años del 2000. Y las publica para reivindicar la esencia y el original de unas fotos que otro miembro y usuario de FB, José Mascaraque, sube a la página coloreadas mediante un programa fotográfico. Ana asegura que no está para nada enfadada, pero tiene claro que un original es un original y se cree en ese deber de reivindicar la autenticidad del trabajo de su padre. Sin más ruido y sin polémica alguna por su parte.

Pues entre fotos coloreadas y no coloreadas hemos conocido a Ana y a Juan Pablo y nos cuentan la historia de una cesión generosa de más de 50.000 negativos a Campo de Criptana. Además, nos hablan de sus recuerdos y de cómo su padre no creyó nunca en que esas fotos fueran a ser valoradas por los criptanenses; “es recordarles su pobreza y eso no les va gustar” decía este fotógrafo que sin más pretensión que la de disfrutar él mismo de su oficio y vocación escribió con su cámara la historia de los años 50 de este pueblo manchego. Isidro de las Heras nunca imaginó que cien años después de su nacimiento su trabajo fuera tan admirado, agradecido y compartido por muchos en las impensables, entonces, redes sociales de la tecnología, unos avances que además permiten dar color al blanco y negro de aquellos negativos. 

-Dumny ¿Por qué?

Juan Pablo.- Pues hay varias versiones pero hay una más creíble que otras. Mi padre cogió el estudio fotográfico ahí en el rincón de la plaza donde ya había un estudio que se traspasaba que se llamaba Dumny y él mantuvo el nombre. Alguna vez le oí decir que fue una manera de seguir usando las cartulinas para el revelado de fotos donde antes se ponía el nombre del estudio. Así mi padre aprovechó esas cartulinas, que aparte de caras, eran complicadas de adquirir pues el comercial venía de muy tarde en tarde

-¿Por qué se vino vuestro padre a Criptana?

J.P.- Él trabajaba en Madrid en un estudio bastante famoso, en Campúa y estaba como empleado y se enteró que se traspasaba un estudio en un pueblo y claro, él se quería hacer independiente y se vino aquí. Se vino a Dumny, un estudio que ya estaba montado y con esas cartulinas incluidas.

“Mi padre se vino a Dumny, un estudio de fotografía que ya estaba montado y se traspasaba”

 

-Toda una aventura salir de Madrid para venir a un pueblo de la Mancha en aquellos años.

Ana.- Pues sí, no estaba aún casado. Vino en 1951, estuvo unos años hasta que se casó en 1955 y ya mi madre se vino a vivir aquí. Juan Pablo nació en Madrid por eso de ser el primero, pero el resto, Carlos, Fernando y yo, nacimos en la calle Estrella de Campo de Criptana donde vivíamos.

Los cuatro hermanos De las Heras en un foto hecha por su padre, Isidro de las Heras en Campo de Criptana

-Ana ¿por qué ahora publicas todas esas fotos de tu padre?

A.- Pues mira, mi hermano Carlos se metió en un grupo de Facebook de Criptana y se encuentra con que había un señor que coloreaba fotos de mi padre y estaba muy enfadado porque no ponía además ni siquiera el nombre del autor. A mí en un momento dado me salta el grupo y me hago miembro de “No eres de Criptana si”. Veo las fotos y le dije que bueno, que no estaban mal, pero que la esencia del blanco y negro se perdía y que en realidad esas décadas eran en blanco y negro. Es cuando me digo que si ese señor, que no tiene nada que ver con mi padre, publica y colorea los originales bien podía yo, hija del fotógrafo, publicar las originales, tal cual, en blanco y negro.

-¿Son fotos inéditas o de los libros ya publicados?

A.- Son de los libros porque yo no tengo fotos fuera de las recogidas en estos tres álbumes (Retratos, Imágenes y Molinos). Y así es cómo surge y en ello sigo. Me puse a subir fotos y aquí estamos. Empecé en octubre.

-¿Y cuál es tu objetivo con la publicación de las fotos originales?

A.- Pues mostrar la esencia de la foto tal cual, en blanco y negro. Una forma de reivindicar la obra de mi padre que en realidad es en blanco y negro no coloreada.

J.P.- Es que este hombre adulteraba la foto porque podía poner la original en blanco y negro con su nombre además de la ya coloreada.

A.- Es que en un principio no ponía que eran de mi padre hasta que ya mi hermano le recriminó y entonces ya ponía la original y el nombre. Pero hasta que mi hermano no se lo dijo, él no lo hacía.

“Una forma de reivindicar la obra de mi padre que en realidad es en blanco y negro no coloreada"

 

-Eso es parte de la anarquía de internet, tierra de todos y de nadie.

A.- Pero yo no estoy enfadada ni subo fotos porque esté enfadada.  

-¿Y no publicas alguna foto que no está en el libro?

A.- Hay alguna que me las pasa Carlos que tiene un pequeño archivo que no se llegó a traer al pueblo. Yo no sabía la historia, pero lo que me cuenta es que mi padre tenía colaboradores y los días de fiesta salían a la calle los fotógrafos y lo mismo podían hacer las fotos mi padre que alguno de sus colaboradores. Por ello, en algunas fotos pongo fotos Dumny en honor a la verdad pues las hay que no sé quién disparó si fue mi padre o alguno de los colaboradores.

J.M.- Uno de ellos era José Luis Manzaneque que trabajaba al lado del estudio, en el Ocaso, y le enseñó mi padre a manejarse con la cámara y a hacer fotos. Recuerdo perfectamente que con sus hijos jugaba yo. También estaba Juan Manuel Díaz y Pablo Gómez Olivares que era más esporádico. En Semana Santa todo el mundo quería hacerse fotos con los pasos y había por lo menos tres personas que colaboraban.

-¿Qué aportan todas esas fotos que vas subiendo?

A.-Pues que la gente se reconozca, gente que no tiene fotos de cuando eran pequeños o de sus abuelos, del pueblo… y lo están descubriendo ahora y para mí es una alegría muy grande. Entonces no era fácil tener una foto y eso es lo que me gusta. Las de los molinos pues muy bien, pero sobre todo las de la gente. Es una forma de llenar de vida esas fotos en blanco y negro que quedaron en unos álbumes. De historias, de nombres, lugares, familias…

“Es una forma de llenar las fotos de vida, de historias, nombres, familias… y eso para mí es una alegría”

 

-En estos álbumes hay mucha nostalgia.

J.M.- Es que había muy pocas imágenes para recordar hasta que llegó mi padre con su cámara.

A.-Pues claro. Cuando puse la del molinero Tiburcio, qué cantidad de gente se acordaba de él y qué de comentarios e historias contaron.

J.M.-Entonces nadie tenía una cámara en casa. El estudio se lo traspasó mi padre a un hombre que no podía seguir trabajando en el campo y se puso con la fotografía en el mismo sitio. Mi padre le dio unas cuantas nociones y adelante. Cuando volví muchos años después seguía su hijo y creo que aún está en activo (Vicente Manzanares)

-¿Vas a seguir subiendo fotos al FB?

A.-Sí, mientras tenga fotos sí. Tanto del libro como algunas que puedan aparecer no publicadas.

-¿Qué recuerdos tenéis de Campo de Criptana?

A.- Yo bien pocos pues me fui muy pequeña. Como un sueño me acuerdo ir a un corral y estar ahí con una mula y más niños. Era como una especie de guardería con mula incluida (risas).

J.P.- Yo sí que me acuerdo de la escuela y me acuerdo perfectamente de Don Ángel en El Palomar. Y era un sitio donde había chicos de todas las edades y había una valla tras la que se hacían las deposiciones y en pleno invierno con el culo al aire y olía fatal; jugábamos al lado. Don Ángel era un profesor que no he conocido otro igual. No trabajábamos con libros, nos enseñaba oralmente y luego nos ponía en corro y nos preguntaba. Los ríos, las provincias… yo casi siempre lo sabía, pero había otro que se llamaba Aurelio, que su padre tenía una tienda de ropa, y era muy listo y él y yo competíamos por ser el primero. Y nos corríamos todo el pueblo y también hacíamos luchas en el cole y en eso ganaba yo que crecí mucho y los otros eran más pequeño. Les ganaba a todos.

-¿Mantenéis relaciones en el pueblo?

A.- Una relación pequeña con la hija de nuestra vecina, Pepi. Sacra era su madre y era muy buena amiga de mi madre. Ahora tenemos más relación y a raíz del archivo fotográfico sí hemos venido más veces, pero hasta entonces la verdad es que no habíamos vuelto.

J.P.- Igual que yo, hasta el 95 me tiré 30 años sin venir. Luego cuando vine me acordaba de todo a pesar del cambio tan grande.

-Cuando os fuisteis de aquí, en el 65, a dónde fuisteis ¿A Madrid?

A.- A Madrid, allí montó mi padre otro estudio de fotografía hasta que se jubiló. Por Herrera Oria, por la antigua carretera de la Playa.

J.P.-Seguí con mi hermano Carlos, aunque él ya trabajaba por cuenta ajena. Y yo me retiré antes por motivos de salud.

A.- Fernando puso una imprenta donde se imprimieron los tres libros de fotografías de mi padre y Campo de Criptana. Yo trabajé allí en la fotomecánica.

-¿Y de los nietos, alguno trabaja con la cámara de fotos?

A y J.P.- Ninguno. Todo ya cambió mucho.

-¿Qué recuerdos tenéis de vuestro padre en Criptana?

A.-Pues siempre le recuerdo con una cámara. Mi padre siempre llevaba una cámara encima.

J.P.- Y yo como era el mayor le acompañaba y llevaba dos bolsas con los rollos, una con los rollos vírgenes y otra con los que terminaba. Y me decía- rápido, un rollo-. Y me entraba una angustia tremenda porque yo creía que si no se lo daba rápido ¡yo que sé! Parecía que se terminaba el mundo.

“Parecía que si no le daba el rollo rápido se terminaba el mundo”

 

-¿Cuál es la historia de la cesión de las fotografías al Ayuntamiento de Campo de Criptana?

J.P.- Pues ya en casa él se hizo un pequeño laboratorio y revelaba fotos antiguas y eran preciosas. Y le decíamos –llévalas al pueblo-. Y él decía –no, que se ve toda la pobreza y no les va a gustar-. Esto ya era en los 90 que el pueblo había cambiado mucho. Le insistíamos y nada, así que un día mi hermano Fernando cogió a escondidas la carpeta donde guardaba las fotos y se presentó en el Ayuntamiento y cuando las vieron se quedaron sorprendidísimos, veían en ellas un tesoro. Entonces ya comienza el contacto con mi padre e incluso le hacen, aquí en el Criptana, varios homenajes, el principal pocos años antes de morir.

“Y él decía –no, que se ve toda la pobreza y no les va a gustar-“

 

A.- Aquí esas fotos eran un tesoro y nosotros lo teníamos sin darle mayor valor. Y claro dijimos –pues tenemos muchas más-. Y es cuando se empiezan a traer fotos y unos pocos negativos. Primero la verdad es que dijimos que no porque había que concretar detalles y ver cómo se hacían las cosas con la idea de hacerlas bien.

J.P.- Y comenzamos a trabajar en la idea de publicar unos libros recogiendo fotos. Es más, hubo cambio de gobierno en el ayuntamiento y estuve hablando con el nuevo alcalde y la verdad es que no mostró mucho interés personal por el tema, pero sí que me explicó que habían sido un éxito los álbumes de fotos que se regalaron a un grupo de alcaldes franceses que visitaron el pueblo. Y esas fotos abrieron además el interés entre los franceses de esos pueblos que querían venir a conocer Criptana y pedían más libros.

-Entonces de quién fue la iniciativa de publicar los libros.

A.- Del pueblo, a través de la Casa de Cultura y es la Concejalía de Cultura y el Ayuntamiento quienes editan. Hubo una primera cesión y luego años después otra.

J.P.- Es que en un principio trajimos unos cuantos negativos y bastantes fotos. Es luego cuando se entrega casi la totalidad de negativos. Así que el proceso se abre en los 90 cuando se van entregando sobre todo fotografías y algunos negativos y se van digitalizando con una implicación importante del taller de fotografía de la Casa de Cultura que llevaba Pepe Ríos.

A.- Y en 2019 es cuando ya se hace la cesión de una manera oficial y organizada.

-¿De cuántos negativos estamos hablando?

J.P.- Pues 50 o 60.000 y todos del pueblo.

A.- Y no están todos pues siempre queda alguno sin descubrir.

-¿Qué buscaba vuestro padre con estas fotos fuera de las de encargo y estudio? ¿Por qué todas estas fotos gratuitas? Hablamos de un mínimo de 50.000 fotos.

A.- Pues para él mismo, porque lo llevaba en el alma. Era crear por gusto, por vocación, sin mayor pretensión que la de captar caras, calles, oficios, paisajes... El valor era el que él le daba. Y pasados los años llama la atención cómo algo que se guarda en el cuarto oscuro, sin mayor importancia y casi estorbando de repente se llena de vida. Un archivo tan grande, fruto de un trabajo constante y por vocación.

J.P.-Sí, él sí que lo valoraba y cuando se jubiló se metía cuatro y cinco horas a revelar negativos y lo hacía por gusto. Lo valoraba, pero pensaba que otros no las iban a valorar y menos en el pueblo en las que se iban a sentir mal por recordarles tanta pobreza.

-¿Por qué cedéis todo este trabajo?

A.- Pues para que la gente las conozca.

J.P.- Pues porque cada vez que hemos venido con mi padre y luego sin él ha sido una acogida del pueblo tan grande que estamos muy agradecidos.

A.- Y porque aporta vida, datos, historia… los sacamos a la luz porque encerrados no valen nada y terminarían estropeados. De hecho, nosotros no sabíamos el valor hasta que no vino mi hermano aquí. Lo teníamos como cosas de mi padre. Y el caso es que ese trabajo de mi padre fue desde el principio muy bien acogido y para nosotros un orgullo el que se reconozca su trabajo. Siempre que hemos venido nos han tratado genial y el trabajo está muy cuidado. Mi padre estaba encantado cada vez que venía.

“Todo ese trabajo encerrado en un cajón no vale nada, terminarían estropeados"

 


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