Continuamos con el camino, llegamos a Ferreira

Juan José Sánchez Manjavacas (noviembre 2021).- La noche ha sido dura por distintos motivos. La verdad es que, aunque disfruté de la visita a Lugo, esa gran y antigua ciudad gallega, a la hora del descanso nocturno he de decir que la experiencia fue negativa. Resulta que el Hostal estaba en la calle más céntrica y bulliciosa de la ciudad, (bares de copas, de tapeos, restaurantes, etc.) y sinceramente el ruido y hasta un poco de escándalo nos hizo estar despiertos hasta altas hora de la madrugada.

Una mañana más nos sorprende la niebla. La salida de Lugo es “mágica”, serpenteando por callejas estrechas y con cierto aire en el ambiente a las “meigas” de la tierra. Cruzamos por la plaza mayor y me impresiona la fachada del Ayuntamiento, después pasamos por la catedral de Santa María, poco a poco vamos dejando atrás la ciudad amurallada saliendo por la puerta del Postigo, sin duda vestigios increíbles de la historia de la ciudad de Lugo, y todo esto envuelto en una niebla que le añade misterio a los primeros minutos de la etapa de hoy. Bajamos unas escalinatas que nos llevan prácticamente hasta otra maravilla arquitectónica como es el puente romano del siglo I sobre el río Miño.

La mañana está fresquita, ya ha levantado la niebla y nos sorprendemos con una etapa que hacía algún tiempo necesitábamos, plana sin grandes subidas, lo que nos permite caminar algo más deprisa que en etapas anteriores. Sin darnos prácticamente cuenta y en grupo nos presentamos en San Romao de Retorta, son cerca de las 11 de la mañana, y hemos recorrido prácticamente dieciocho kilómetros.

A medida que pasaba la mañana el sol tuvo unos momentos que apretaba, hemos caminado por sendas paralelas a la carretera y en algunos momentos incluso pisando el asfalto. Aquí debería finalizar la etapa de hoy, pero dado que es muy temprano y aún estamos frescos, decidimos continuar y quitarle algunos kilometro a la etapa de mañana, por lo que decidimos continuar hasta Ferreira, todo esto lo hemos comentado y decidido en la pequeña terraza de una taberna donde nos han ofrecido un magnífico pincho caliente de tortilla, “¡la mejor de España!", dice el señor mayor que nos atiende, "¡ni la de Betanzos ni leches, esta es la mejor!". Lo cierto es que estaba riquísima, no sé si seria por el momento, pero pedí otro pincho más y otra Estrella Galicia.

Iniciamos la marcha de nuevo, y cambia el paisaje, una pequeña subida que los más jóvenes le llaman “tachuela” a mi la verdad se me hizo un poquito más dura que a ellos, respiramos aire puro entre Brezo, eucaliptus y el tojo típico por estas tierras. En la bajada nos sorprende unos inmensos prados verdes y nos damos de bruces con un puesto de bebidas, algunas frutas y unos dulces, lo que me sorprende es que solamente piden la voluntad o donativo.

Vamos serpenteando sendas, ya me he quedado solo, el resto de los acompañantes, han continuado el camino más deprisa, me dicen que “me entretengo mucho observando las capillas y las parroquias de los pueblos que vamos pasando”.

No sé si será por la facilidad de las etapas, pero la verdad es que me encuentro con fuerzas, ¡seguramente la tortilla y la cerveza han tenido algo que ver!. Pero es cierto que me gusta observar esas pequeñas maravillas perdidas en lo más hondo de estos pequeños pueblos gallegos. El paisaje ha vuelto a cambiar, ahora caminamos por sendas entre monte bajo con infinidad de aliagas y brezo.

Ya dejamos atrás Burgo de Negral, A Covela, Carballal y San Xurxo de Augas Santas y Merlan. Es aquí, en este último pueblo, donde visito la Iglesia parroquial de San Salvador, me intereso por su historia, me parece una reliquia, se trata de una edificación del Siglo XII, aunque pregunto y me cuentan que posiblemente en este mismo lugar y edificio hubo en tiempos una Fundación Religiosa, pues está documentada en el siglo IX, (la verdad es que me quedo bobo mirando estas maravillas), y el tiempo se me pasa volando. Por fin me presento ya en Hospital das Seisas, donde hubo un Hospital de peregrinos que perteneció a los caballeros hospitalarios de la Orden de San Juan de Malta.

Son ya más de las tres de la tarde, me da por mirar el móvil y me encuentro un mensaje de mis compañeros peregrinos que me esperan en un albergue en Ferreira, cuando llego me encuentro que este situado en medio de la nada, en pleno monte gallego, sin nada alrededor. Solamente un gran prado rodea el Albergue Cruz Ferreira, y un día más me han reservado una cama. Lo primero que hago es comer, y me llevo una pequeña decepción pues en este albergue no hay cocina, y solo un pequeño menú compuesto de sopa, “tortilla” y un flan... Lo cierto es que en estas circunstancias todo me parece bien, tengo hambre y estoy cansado.

Como hoy hemos quitado kilómetros a la etapa de mañana, por la tarde en el prado que junto al albergue, decidimos que la próxima parada será ya en Arzua.

5-agosto-2019

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