Un cementerio lleno de vida

Los santos y los difuntos tan vivos como siempre

Laura Figueiredo (4 de noviembre de 2021).- Días de idas y venidas al cementerio con cubo y trapo en mano y con una misión bien clara, preparar las lápidas para que luzcan bien en el día de Todos los Santos y los Difuntos. Y bien limpias que estaban el pasado lunes cuando una visita al cementerio te confirmaba que nuestro campo santo está más vivo que nunca.

Los ramos y centros de flores son cada vez más coloridos dando al cementerio un aspecto menos triste. Una manera tal vez de poner color al dolor y a la pérdida cuando la muerte del ser querido es reciente. Para quienes el tiempo ya ha ido pasando y curando heridas de lo que se trata es de recordar a pie de lápida, casi como en un tú a tú, tanto bueno vivido juntos. El tiempo ya se encarga de borrar lo malo.

Una vez en el cementerio con la misión trapo y cubo cumplida toca acercarse hasta la sepultura, comprobar que todo está en su sitio, releer nombres y fechas y es entonces cuando vienen a la cabeza tantas cosas, esas pequeñas cosas que llenan la vida. "¡Ay qué pronto te fuiste!", o "¡qué vida tan buena tuviste!", o ese "¡Tanto trabajar para qué!", "¡Cuánto aprendí de ti!", "¡No tocaba!", o "¡Vaya faena me has hecho!". Es un rato en el que por la cabeza pasan tantas cosas… Y después cómo no despedirse con una oración porque en la mayoría de los casos es lo único que nos queda para seguir viviendo con la esperanza de que ese tú a tú vuelva a ser posible sin lápida por medio. Sí, tal vez demasiado simplista pero tan real como la propia muerte.

La visita al cementerio incluye en muchos casos más de una parada porque el tiempo también suma idas y despedidas. Una rosa aquí, unas margaritas allá… todo como siempre, sin faltar al recorrido que se repite año tras año esperando no sumar más.

Y entre parada y parada oyes ese “esta es mi madre y este es mi tío” como si en cualquier momento les fueras a dar la mano y saludar. Por medio, se entrecruza la conversación de otra persona que sigue dando vueltas y diciendo “la Mercedes tiene que estar en unas de estas junto a su hija” cuando no llega alguien y te dice “¡anda si somos vecinos!” y es que en los cementerios también hay vecindad.

Sí, el cementerio está más vivo que nunca y la tradición de visitar a nuestros seres queridos también sigue viva en medio de un campo santo que se llena de color por unos días, de bullicio, de gente y bajo un cielo al que todos miramos cuando se trata de hablar de quienes ya no están. 

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