María José Poveda y Angelines Pintado, dos madres agradecidas a Dios

“Criptana sabe querer mucho. Muchas gracias”

Laura Figueiredo (10 de noviembre de 2021).-Un GRACIAS con mayúsculas es el que sale de los corazones de estas dos mujeres criptanenses. Estoy segura que ese querer agradecer ha sido el principal motivo que les llevó a compartir conmigo un rato de charla con una grabadora por medio: una manera de poder dar las gracias ante tanto cariño y apoyo. Dos mujeres sencillas, alejadas de cualquier protagonismo que se convirtieron en centro de atención y enhorabuenas por ser ellas las madres de quienes durante ocho años han sido “nuestros seminaristas” y que desde hace unas semanas son los dos nuevos curas de Campo de Criptana destinados en la zona de los Montes.

Son Angelines Pintado Arenas y María José Poveda Alarcos, madres de Abel Fuetes y Francisco José García-Casarrubios, ordenados sacerdotes el pasado 2 de octubre en la diócesis de Ciudad Real. Un día grande para ellas, sus familias y para la gran comunidad parroquial de su pueblo. Un día que se multiplicó por muchos porque fueron semanas en las que las enhorabuenas, los detalles, abrazos y los gestos de alegría no pararon de llegar a estas dos familias que no podían imaginar tanto cariño  y es que como ambas madres afirman “Criptana quiere mucho”.

Angelines y María José nos cuentan cómo han acompañado a lo largo de todo este tiempo a sus hijos, cómo acogieron la decisión de querer ser sacerdotes cuando el camino que habían recorrido hasta entonces marcaba otra dirección. Ambos tenían sus estudios universitarios y unos planes que solo ellos sabían que no estaban tan claros.

Mientras los hijos de los amigos iban hacia opciones mucho más esperables, Fran y Abel optan por un camino que sorprende en medio de una vida en la que ser sacerdote no está en la lista de las “salidas”. Un sendero que tanto Mª. José como Angelines ven grande y difícil y más cuando implica “ser doblemente buenos a la vez de ser doblemente juzgados”.

Llegados al final de la primera etapa se abre otra para el que las dos madres piden que la comunidad parroquial de Campo de Criptana siga rezando por Abel y Fran para que en estos primeros pasos y en los siguientes sean dignos hombres de Dios. El camino es largo y los retos no son pocos pero también es cierto que es mucho lo que dos jóvenes sacerdotes pueden aportar y dar a la Iglesia del siglo XXI.

Hablo con ellas dos semanas después de que tanto Abel como Fran cantaran su primera misa en Campo de Criptana los días 4 y 5 de octubre.

Francisco José García-Casarrubios y Abel Fuentes, los dos nuevos sacerdotes de Campo de Criptana

¿Qué tal estáis?

María José.- Bien, después de esos días tan increíbles. No das dos pasos sin que alguien te pare para darte la enhorabuena. Es una alegría. Todo el pueblo se ha volcado, los ha considerado un poco de ellos.

Angelines.- Nos ha desbordado el cariño de la gente. Las palabras se me quedan cortas y me emociono. Esto ha tomado una dimensión que nadie podía imaginar.

“Nos ha desbordado el cariño de la gente”

-¿Esperabais esa respuesta?

A.- Tanto era impensable.

M.J.- Este pueblo quiere mucho. Sabía que las misas se iban a llenar, pero hasta este punto… es que se han volcado con los dos. Quien ha querido regalar ha regalado a uno y a otro. Todo era increíble ya antes de ordenarse sacerdotes; cuando les nombraron diáconos, las amonestaciones, las banderas…

-Este es el final de una etapa.

A.- Es el final del principio.

-¿Cómo fue el principio del principio? ¿Os pilló de sorpresa?

M.J.- A mí no. El año anterior Fran ya me había hablado de sus inquietudes pero pasaba el tiempo y no volvía a decir nada así que yo ese invierno lo más que hacía era preguntarle de vez en cuando. Creo que cada cosa lleva su tiempo y ese no debía ser el momento. Y ya al año siguiente se decidió. Pero es verdad que no me sorprendí la primera vez que me lo dijo y la segunda menos. -Si tienes la vocación adelante, a Dios no se le puede decir que no- eso le dije. 

“Si tienes la vocación adelante, a Dios no se le puede decir que no”

A.- A nosotros sí que nos sorprendió más. Hay muchos chicos como él que también estaban y están en catequesis, los campamentos, en la Iglesia… y no son curas. Nos costó un poco al principio hacernos a la idea pero también te digo que pasamos de un estado a otro en nada de tiempo. Nos adaptamos enseguida a su nueva decisión. Es primordial el apoyo de los padres.

M.J.- Ellos necesitaban ese apoyo lejos de crearles dudas.

-¿Qué sentisteis? ¿Miedo, incredulidad, confianza…?

M.J.- A lo primero vértigo. Ellos tenían su carrera y tienes una idea de a lo que se van a dedicar y de buenas a primeras ese camino ya no es y claro que te da miedo. Es un camino más difícil que otros más habituales, es de entrega total. Los padres en general estamos preparados para otros caminos pero para este… no suele estar en las opciones.

A.- Es un camino muy especial, de muchas renuncias y tal y como están las cosas es un sacrificio grande y muy difícil. Estamos hablando de fe, de moral… va más allá.

M.J.- Me preocupa la soledad porque es verdad que pueden sentir esa soledad en ocasiones y en los sacerdotes creo que se hace más profunda.  

A.- Mi preocupación estaba más en la exigencia de vida. Como leí en una ocasión tienen que ser doblemente buenos, no se les perdona nada. Son doblemente juzgados.

“Tienen que ser doblemente buenos, no se les perdona nada. Son doblemente juzgados”

-¿Y el hecho de que se fueran juntos? ¿Os sentisteis más acompañadas las familias?

M.J.- Eso fue lo mejor, fue tranquilidad por ellos y genial en todos los sentidos. Ellos se iban juntos y nosotros hemos estado muy unidos. Eso fue un buen acuerdo que tuvo Dios.

“El que se fueran juntos al seminario fue un buen acuerdo que tuvo Dios”

-¿Os conocíais de antes?

A.- Ya teníamos amistad de antes pero de saludarnos y alguna coincidencia de nuestros maridos.

M.J.- Sí, pero esto nos ha hecho mucho bien. Nos hemos apoyado mucho.

-Pero es que este camino es muy largo. ¿crea incertidumbre?

A.- Sí, mucha. Es un camino muy largo, aunque no se nos ha hecho largo, pero la incertidumbre siempre está. Allí hemos visto como otros compañeros no han llegado por ello tienes que hablar con mucha prudencia, vivir el día a día.

-¿Cómo fueron esos años de seminario?

A.- Geniales, somos como una familia y lo somos con los padres de otros seminaristas también. Se crea un vínculo afectivo muy grande e íbamos tan contentos a Ciudad Real. Tanto nosotras, las madres, como los padres.

M.J.- En cuanto empezamos a ir al seminario y les veíamos tan contentos ese miedo inicial fue desapareciendo.

A.- Ellos estaban alegres y nosotros nos veníamos tan alegres de verles a ellos felices.

M.J.- Es que fue un cambio total. La cara de los hijos era otra… Yo veía a Fran muy cerrado y en cuanto tomó la decisión y vio nuestra respuesta su cara ya era y es de felicidad. Se les instaló esa sonrisa y la mantienen.

-¿Veíais algo diferente en vuestros hijos?  ¿Más bondad?

M.J.- Cuando mi hijo tenía 14 años una mujer me dijo – tu hijo va a ser cura- y yo pensé –pues que sea lo que Dios quiera-. Eso es que se le vería algo, tal vez esa bondad que tú dices Laura.

A.- Pues cuando hablaba de Dios hablaba de una manera especial, pero de ahí a pensar que iba a ser cura… Podían haber seguido siendo personas muy de su parroquia, participativas, atentos a las necesidades… como seglares comprometidos.

-Criptana tiene un movimiento parroquial muy grande ¿Creéis que ha sido determinante en sus decisiones?

A.- Determinante no te diría, pero sí que les ha favorecido y ayudado.

M.J.- Un ambiente propicio, sin duda ha ayudado mucho. Además, hay que añadir el apoyo y ayuda de los dos párrocos que han estado siempre con ellos.

-¿Los hermanos cómo lo vieron?

M.J.- Genial, se quieren un montón y se han respetado. Fran siempre ha tenido el apoyo de sus dos hermanos, pero creo que a ellos sí que les pilló más de sorpresa. Todos sabíamos que él tenía pensado matricularse en un máster tras sus estudios de Filología.

A.- A ver, sus hermanos han estado ahí cuando han tenido que estar, lo han aceptado y respetado. Es más, creo que se han abierto más hacia la Iglesia y se han enriquecido cada uno desde sus propias opiniones.

-¿Cómo les habéis acompañado como madres  durante todo este tiempo?

A.- Estando siempre pendientes desde la prudencia.

M.J.-Haciéndoles ver que aquí estábamos siempre y con la puerta abierta.

-¿Cómo os ha influido a vosotras el hecho de tener un hijo cura?

M.J.- Me ha enriquecido mucho y me ha abierto la fe. Yo siempre he sido creyente, pero con una fe casi más de tradición y de rutina: misa, procesiones… pero ahora soy más participativa y le ha dado más sentido a esa fe. Me ha ayudado mucho.

A.- Te implicas más y de una manera natural. Estás viviendo la fe, te acercas más. Una fe con una llama que estaba un poco apagada y ellos nos la han reavivado.

M.J.- Sí y es un orgullo el pensar que Dios ha elegido a tu hijo para un ministerio tan importante y eso te hace pensar. Lo que me ha pasado es para ser feliz el resto de mi vida.

“Ellos nos han reavivado la fe”

-Dos sacerdotes jóvenes ¿Qué pueden aportar a la Iglesia tan necesitada de juventud?

A.- Pues eso, juventud y savia nueva para todos y en especial a los jóvenes. Que sean un ejemplo de servicio.

M.J. Van a aportar mucha ilusión y juventud; es una entrega total. Todo el mundo necesitamos a alguien que nos escuche y esa es su misión, estar al servicio de los demás. Me gustaría que las personas encuentren en ellos un punto de consuelo, de esperanza, de apoyo… que por donde vayan vean en ellos un hombre de Dios.

-¿Creéis que en otros pueblos se habría vivido igual?

M.J.- No conozco otros pueblos, pero sí conozco Criptana y sé que un hecho así crea una alegría general muy grande que además sabe celebrar. La parroquia tiene mucha vida y todos decían –¡dos juntos, esto es un regalo de Dios!-. Son chicos muy queridos.

-¿Qué le pedís al pueblo ahora?

A.- Pues que sigan rezando por ellos que lo necesitan. Necesitan mucho apoyo porque el mundo te come.

M.J.- Que sigan acompañándoles y apoyándoles porque su misión es grande y difícil.


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