Luisa Camacho Quiñones, entre sonrisas y lágrimas

 

Su marido superó el covid-19 mientras que en el camino quedaron su madre y su suegro

“He llorado mucho pero ahora toca seguir adelante los tres juntos”

Laura Figueiredo.- Son muchas las historias reales que el coronavirus ha traído hasta nosotros en pleno furor de la pandemia. Unas hablan de pérdidas y otras de superaciones, de mucho dolor y de mucha alegría. A nuestra entrevistada son muchas las cosas que le han pasado, a ella y su familia, en muy poco tiempo. Con más sonrisas que lágrimas empieza a ver la luz y lo hace consciente de que hay que seguir adelante con la satisfacción de que siguen siendo tres, ella, su marido Julio Romero Cárdenas que superaba felizmente el covid-19 tras casi un mes en la UCI, y su hijo Pablo, 11 años. A la vez no puede olvidar que en el camino se han quedado su madre y su suegro.

Es Luisa Camacho Quiñones, criptanense aunque desde hace muchos años vive en Alcázar de San Juan donde además abría una tienda de ropa de niños. Ejerce de criptanense y es fácil verla a ella y a su familia en la Semana Santa o en los días del Cristo y la Virgen. Siempre acompañada de su marido, policía local en la localidad vecina y su hijo que procesiona con mucho orgullo en la hermandad  de Jesús Cautivo.

El coronavirus enterró a su suegro y con toda probabilidad también a su madre. Por ellos ya no podía hacer nada y menos desde una cuarentena estricta, sus fuerzas se centraron en su marido que salía hace un mes del hospital tras semanas en el Mancha Centro al borde de la muerte. Luisa sale de una experiencia dura habiendo aprendido que la vida se va en cuestión de un segundo y que es una pena marcharse sin haber sido mejor persona.

-¿Cómo estás Luisa?

Viendo la luz y viéndola los tres juntos, mi marido, mi hijo y yo.  A lo mejor es un poco raro decir esto, pero estoy contenta, muy contenta a pesar de las ausencias estamos los tres y para mí es como si hubiéramos vuelto a la normalidad. Claro que todavía hay ratos que das vueltas a las cosas, en tan poco tiempo pasar tanto…

-¿Qué pasó?

Todo fue ya desde el día primero de la declaración de estado de alarma.  El 14 de marzo mi marido lleva a su padre a urgencias y queda ingresado por neumonía. Julio empieza con febrícula,  el domingo por la noche no se encuentra bien y se cae redondo al suelo. Se hace dos brechas y termina en urgencias, dicen que es una bajada de tensión y vuelve a casa con sus puntos y curas. Desde ese momento, decide aislarse porque no se encuentra nada bien y ya íbamos viendo el peligro del virus.  El jueves 19 de marzo seguía con fiebre alta, va al hospital le hacen una radiografía, ven un pequeño punto pero no se apreciaba que fuera neumonía y a casa otra vez. Sigue con fiebre y muy mal y ya con problemas para respirar así que al día siguiente se va a urgencias de nuevo  con su propio coche y queda ya ingresado. Ahora la radiografía daba miedo verla, los dos pulmones estaban muy afectados en cuestión de unas horas y el hospital colapsado de pacientes. El domingo por la tarde ya le dan cama en planta. A pesar del oxígeno y los tratamientos él sigue ahogándose. Su padre muere.

-¿Podías hablar con él?

Me llamaba cuando podía y me costaba oírle hablar porque es que se ahogaba. Quien me llamaba todos los días era el médico y no precisamente con buenas noticias. Julio no mejoraba. El 24 me dicen que están valorando llevarle a UCI donde le ingresan finalmente y ahí pasa 28 días. Empieza un calvario como dice mi hijo como buen conocedor de la Semana Santa.

-¿Cómo se vive desde casa? ¿Cómo se lo contabas a tu hijo?

Esos días eran de mucha impotencia y mucho llorar. Yo a mi hijo le decía lo que había- Pablo papá está muy malito y hay que rezar mucho-. 28 días son muchos, con sus días y sus noches. Al principio los médicos me decían que estaba muy, muy grave. Les pedía que no me dijeran eso y claro me respondían que ellos tenían que decir la verdad. -Usted tenga los pies en el suelo porque puede llegar a fallecer-. Estaba crítico. Estábamos en pleno colapso hospitalario. Eran los primeros días, se sabía poco del virus y los médicos probaban con uno y otro tratamiento. El caso es que ahí estaba Julio, entubado con el respirador y ya era esperar día a día las noticias en una continua angustia.

-Entre medias muere tu suegro y al poco tu madre.

Mi suegro muere en la UCI por coronavirus. A las dos semanas mi madre muere en casa sola; no se sabe seguro de qué pues ella tenía complicaciones y lo de mi marido le pudo muchísimo. La llamaba todos los días porque no podía ir a verla. La familia la llamaba también y ya cuando no responde ni a los vecinos fue la policía, abrió y la encontró.

“Era llorar mucho y rezar mucho”

-¿Julio supo lo de su padre estando en el hospital?

Pues intenté que no se enterara porque no le iba a aportar más que sufrimiento y tristeza en esos momentos en los que él necesitaba salir adelante. El mismo médico me dijo que no era lo más conveniente. El caso es que era inevitable y le llegó al móvil un mensaje de pésame cuando apenas podía sujetar el teléfono; estaba todavía en planta. Me escribe y me dice -mi padre ha fallecido-. No sabía qué decir… y te sale hablar claro y con firmeza -tu padre no ha podido pero aquí estamos tu mujer y tu hijo esperándote, tienes mucha vida por delante y vas a salir-. Él temía, como es lógico, que le pasara lo que a su padre. -Tú padre no lo ha podido lograr pero ahora te toca a ti conseguirlo-. Al otro día fue cuando Julio pasó a UCI y a las dos semanas me llaman con lo de mi madre.

-¿Cómo se puede digerir tanto en tan poco tiempo?

No lo sé, lo que sé es que me centro en Julio. Las noticias de los médicos son horribles y  mi cabeza era -mi marido, mi marido-. Era el día a día, deseando que pasara un día para que llegase otro y esperar la llamada del hospital con mejores noticias. Era llorar mucho y rezar mucho. No podía hacer nada, ni ir a entierros (estaba en cuarentena) ni ir al hospital. Había veces que ni te acordabas.

 “Deseando que pasara un día para que llegase otro y esperar la llamada del hospital con mejores noticias”

-¿De qué no te acordabas?

Entiéndeme, no te acordabas que había muerto tu suegro y tu madre. Eso estaba ahí por supuesto pero la mente estaba en mi marido.  No es algo que tú decidas de manera voluntaria, es que es así. Es algo inconsciente y automático; creo que por pura necesidad y más en unos momentos con muy malas noticias de mi marido. La cabeza es muy traicionera.

 -Y las noticias fueron mejorando.

Cuando empieza a mejorar le van quitando sedación pero se pone muy nervioso y tiene subidas de tensión. Me piden permiso para hacer una traqueotomía y así desentubar. Empezó a mejorar.

-¿Cómo era la comunicación con él?

Yo cada vez que me llamaba el médico le mandaba mensajes para él. -Dígale que le queremos mucho- y me decía que no me preocupara que se lo dirían.  Lo mejor, dadas las circunstancias, fue una cuenta de correo que creo que abrieron desde enfermería, por donde se podían mandar cartas, mensajes, fotos… allí lo imprimían y se lo ponían en el cristal del box. Le mandamos un montón de fotos amigos, compañeros de baloncesto y del trabajo, su hijo… Tenía el cristal lleno y lo miraba mucho y eso era un empujón para Julio muy importante, le animaba mucho. Y además las enfermeras hablaban con él  y le preguntaban y él con la cabeza iba respondiendo cuando empezó a estar algo mejor y no estaba sedado. El caso es que Julio vuelve a los 28 días a planta.

“Dígale que le queremos mucho“

-Y respiráis los tres.

Y nunca mejor dicho. El despertar y el volver tras tantos días en la UCI es complicado. Sale muy desorientado, me dicen que es normal. Lo pude comprobar pronto porque cuando por fin hablo con él,  me pide que le dé las zapatillas que se va a duchar y que fuera a recogerle ya. Me contó que me oía hablar en planta y que pensaba –ya se ha encontrado con gente de Criptana-. El médico le preguntó si sabía en qué año estamos y la respuesta fue –yo, ni idea-.  ¡Me decía unas cosas! Menos mal que poco a poco se fue centrando.

-¿Cuánto tiempo más tuviste que esperar para verle?

Poco más de una semana, por fin ya eran otras noticias. Me decía el médico que se estaba recuperando muy bien, que es un campeón. Hacía rehabilitación todos los días y les esperaba ya con sus zapatillas puestas. Julio se repetía una y otra vez que tenía que volver, que tenía que volver con su mujer y su hijo. El 30 de abril le dan el alta y ahí estamos todos para esperarle a la salida del hospital. 
 
-¿Cómo está Julio ahora?

¡Es increíble!  Estuvo seis días con andador dando paseos en el portal de casa. Era un suplicio hasta que dijo –me quito el andador que ya me está estorbando-. Empezamos por aquí cerca de casa y cada día un poquito más y más hasta que se hace ahora 3 o 4 km por la mañana y otros tantos por la tarde. Hay quién me pregunta si Julio se levanta ya de la cama y Julio no solo se levanta además sale a andar por la mañana con su hijo y por las tarde nos vamos los dos juntos.  Los días que llovía nos esperábamos a que escampara. Él mismo dice que no pensaba que iba a mejorar tan pronto. Ten en cuenta que ha adelgazado 20 kl.

-¿Y qué más dice?

Que nos quiere mucho y que le ha pedido mucho a Dios poder volver con su mujer y su hijo.

-Tienes motivos para estar bien contenta, no cabe duda.

Te decía que he llorado mucho, mucho, mucho pero ahora tenemos motivos para estar los tres contentos. Mi marido es quien peor lo ha pasado, Julio ha estado entre la vida y la muerte pero como él dice -yo estaba durmiendo vosotros no-. En fin, ahora es vivir el día a día con mucha precaución y mucho respeto pero hay que seguir viviendo. He llorado mucho pero ahora nos toca salir adelante los tres juntos.

“Ahora es vivir el día a día con mucha precaución y mucho respeto pero hay que seguir viviendo”

-También tienes motivos para la tristeza.

 Sí claro, por supuesto y es lo que quiero decir. Ahora te haces preguntas y si empiezas no terminas y te metes en una espiral sin respuestas… y no me lleva a nada. Claro que te acuerdas y te duele ese vivir tanto en tan pocos días; las ausencias están pero sigues adelante porque la vida sigue.

 “Te haces preguntas y si empiezas no terminas y te metes en una espiral sin respuestas… y no me lleva a nada”

-Tienes claro que hay que seguir y eso pasa por abrir de nuevo tu tienda de ropa de niños en Alcázar.

Mira, la verdad es que en todo este tiempo ni me acordaba que tenía tienda. Estaba en lo que estaba y además en confinamiento total, ni a sacar la basura salía. Estoy muy contenta y con mucho apoyo de familiares y gente cercana.

-¿Y qué me dices del hospital y los sanitarios?

Muy agradecida. Es un gracias muy grande y con independencia de que mi marido haya salido adelante soy de las que pienso que habría que ponerles a todos un monumento y aplaudir por cada paso que dan. Se la han jugado y no son pocos los trabajadores y profesionales que han muerto. Y hablo desde los médicos y enfermeras hasta el personal de limpieza, cocina o de seguridad. Nos han tratado genial. Yo llamaba a control una y otra vez para hablar con mi marido cuando él no podía coger el móvil y siempre era amabilidad. Para mí chapó y te hablo de momentos en los que el hospital estaba colapsado y es verdad que Julio ha salido adelante pero en el camino se han quedado mi madre y mi suegro. Yo también he recibido palos.

“A todos los trabajadores del hospital un gracias muy grande. Todos merecen un monumento. Se la han jugado”

-¿Qué se aprende de todo esto?
A ver… se aprende que hay que disfrutar más de la vida, del día a día y no agobiarnos tanto con problemas. Pero sobre todo se aprende que hay que ser mejores personas de lo que somos, en un segundo te has ido y pierdes la oportunidad de ser mejor con los de alrededor¡ Qué pena irte con rencor o con envidia! La vida es más sencilla de lo que la hacemos. Te vas y lo que tengas te lo dejas y mejor dejar lo mejor de cada uno.
“Sobre todo se aprende que hay que ser mejores personas de lo que somos”
 
 

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