José Luis Porrero Violero, cuando la furgoneta huele a torrijas

"La bocina para nuestro trabajo es muy importante, adelanta tiempo"

Laura Figueiredo (28-3-2023).- A poco que recorras las calles de Campo de Criptana por la mañana, oyes las bocinas de los panaderos desde sus furgonetas. Te los vas encontrando por todas partes, siempre deprisa porque hay coches esperando detrás y clientas esperando por delante. Son nuestros repartidores, que llenan sus vehículos de todo tipo de panes y productos de horno bien ricos. Estas semanas, además, las furgonetas huelen a torrijas, es lo que manda el calendario en la víspera ya de la Semana Santa. Torrijas mojadas en leche y huevo y espolvoreadas con azúcar y canela.

José Luis Porrero Violero, antes de las 3 de la madrugada ya está en Pan y + haciendo el pan. Luego toca repartirlo de puerta en puerta. Una ruta larga por el pueblo que suma todos los días los 35 km. Y lleva con esta rutina desde el año 82, cuando entró a trabajar en el horno de su suegro, Isidro Rodríguez-Manzaneque, quien le enseñó todo lo que tenía que saber para hacer unos buenos panes primero y unas barras bien tiernas después.

Nuestro panadero y repartidor nos habla del diario, de la clientela con la que le gusta hablar aunque sea con un saludo rápido y a pesar de las prisas. Y es que como nos dice, son clientas de toda la vida. De hecho, sabe que ese buenos días, lo echará de menos cuando se jubile aunque ya suma muchos años trabajando con unos horarios poco compatibles con la vida. Él, tiene mucho ganado por su carácter alegre y afable; lejos de quejarse ha aprendido a compatibilizar todo y disfrutar de su trabajo y de ese trato diario con la clientela donde siguen siendo muchas las mujeres y poco los hombres que salen a la puerta a por el pan.

Con José Luis hablamos de lo que han cambiado las cosas y de cómo en el pueblo lo de llevar el pan a las casas tocando la bocina se podría considerar un patrimonio costumbrista local. Siguen siendo muchas las furgonetas que salen a diario y muchas las mujeres que esperan en sus casas la llegada del pan y de algún otro producto de esos que endulzan la vida.

¿Ya empiezan las furgonetas a oler a torrijas?

Sí, ya estamos en plena temporada, esta semana previa a la Semana Santa arrancamos y con fuerza aunque ya llevamos desde el primer viernes de Cuaresma haciendo torrijas. Ahora es a diario, Mari Cruz está en un venga y venga sin parar. Y sí, las furgonetas huelen a torrijas.

-Ricas, ricas.

Y tan ricas, poca gente será la que pase estas semanas sin probar por lo menos una torrija. Es lo que toca en estas fechas.

-Es el dulce estrella de la Semana Santa ¿alguno más?

A ver, lo propio y típico ha sido y era aquí la madalena y la galleta. Se vendía muchísimo, era el plato estrella, se ofrecía a los anderos y a todo el que pasaba por la casa. Luego se refinó algo más como la madalena de almendra o cualquier otra variedad. ¿Qué pasó? Pues que ahora son cosa de diario y antes no lo eran. Lo mismo ha pasado con tantas cosas, mira el cordial que lo hacía Milagros como algo muy especial y ahora se hace de diario y se vende muy bien.

“La madalena y la galleta eran los dulces estrella en Semana Santa y ahora son cosa de diario”

-¿Y las torrijas desde cuándo?

A ver, las torrijas en las casas siempre se han hecho pero para la venta no más de seis u ocho años llevan friéndose en los hornos para la clientela. No hace tanto. Ahora la gente trabaja, está en más cosas y tareas. Todo el mundo anda muy ocupao y viene bien que en la tienda o el panadero te lleve la torrija y para eso estamos nosotros.

“Las torrijas en las casas siempre se han hecho y en los hornos llevan friéndose desde hace ocho o seis años. Ahora todo el mundo anda muy ocupao

-¿Se hacen muchas?

Muchísimas, sobre todo esta semana previa y la de Semana Santa. El Miércoles Santo, es el último día que se cogen encargos para repartir el Jueves Santo, hay que tener todo pero que muy bien apuntado porque como te equivoques es fácil que falten y es que son muchos los pedidos. Y porque a Mari Cruz no le da tiempo a más.

-¿Y ya nos despedimos hasta el año que viene?

Siempre hay algún capricho y quien se queda con ganas de más y se hace alguna tanda a la semana siguiente pero esto es como el turrón. Aquí manda el calendario.

-Y dejáis las torrijas y seguís con el hornazo.

Mira, el fin de semana preparamos el Lunes de la Virgen y ese domingo se abre para vender el hornazo. Y es que cada fiesta tiene su sabor. Para el Cristo más hornazos, para Navidad venga pastas y luego venga tortas en sartén. Te vuelvo a decir lo mismo, que mucho de lo tradicional y que era de solo unas fechas ya son de diario, se vende todos los días. Antes era un atracón de trabajo esos días, llegaban esas fechas y era a fuerza de horas. No es a fuerza de buscar más gente, es a fuerza de echar más horas.

-¿A qué hora empiezas a tocar la bocina de tu furgoneta?

Mi primera entrega es a las 8,10 en el Chaflán y salgo de ruta ya sin parar hasta las dos o dos y media.

-A la gente quiere tener bien tempranito el pan en casa.

No es que lo quiera, es que la ruta obliga. Yo tengo un recorrido y a él se tienen que adaptar los clientes porque claro, yo no puedo estar de una punta a otra. ¡Pues menudo negocio iba a hacer! Ten en cuenta que el recorrido no se hace de una, se va haciendo. Cuando empezamos con Pan y + ya tenía yo una vuelta con clientes de antes y ya luego pues te van saliendo nuevos.

-¿Se ha ampliado tu ruta?

Es que casi se me ha doblado lo que vendo. El panadero nunca llega a gusto de todas las clientas. La de más temprano porque llego pronto; la de un poco más tarde porque se tiene que ir; la de las 11 porque mira que…; la de las 2 porque va a por el niño o si no las que te dicen que llegas tarde que viene el marido a comer. Y cómo te retrases 10 minutos… malo, malo.

 -Me lo cuentas riéndote luego no creo que la sangre llegue al río.

¡Qué va! Si la mayoría nos conocemos de toda la vida. Y saben que es inevitable esos 10 minutos a veces de retraso… son clientas de siempre.

-¿Te entretienen mucho?

Pues sí, nos entrenemos porque son clientas de toda confianza. Son 15 y 20 años llevando el pan todos los días pues hasta a veces salen conversaciones algo delicás. Celebramos muchas cosas y nos entristecen otras. Mucha gente tiene ganas de hablar, según sea la persona.

“Son clientas de toda la vida y celebramos muchas cosas y nos entristecen otras”

-Para ser repartidor de pan hay que ser sociable.

Mucho, te tiene que gustar mucho la gente, estar con la gente y saber llevarla bien. Tratas con los clientes y hay de todo, gente que entiende un retraso y otra que se molesta. Muchas veces es cuestión de tiempo, a lo primero cuando no conoces a la clienta estás más prudente pero cuando es un día y otro día pues ya va siendo otra cosa. Ya son pues eso, de diario.

-La bocina…

La bocina para nuestro trabajo es muy importante, adelanta tiempo. Te explico, cuando hay clientas que viven en el mismo rodal y oyen la bocina ya dice la de adelante –ya viene, ya viene el panadero-. Y es así, si algún día nos la quitan tardaríamos bastante más porque entre que llegamos, bajamos del coche, llamamos a la puerta, y empezamos con el -¡Ah! pero eres tú, espera que voy a por la cartera, los dineros o el bolso-… Mientras que con la bocina pues ya están ahí una detrás de otra y ya salen con to de una. Que no salen, pues espero unos segundos razonables y que siguen sin salir, me voy. Y esto es así en mi caso y en el de todos los que andamos repartiendo por el pueblo. Si nos quitan la bocina sería un caos.

“Si nos quitan la bocina sería un caos”

-Por ahora la bocina la podéis tocar. ¿Protestan los vecinos?

Los menos.

-Aquí es parte del patrimonio costumbrista del pueblo.

Y eso hay que entenderlo así. Ya mi suegro, hablaba de reparto con mulas y carro. Cuando yo empecé a repartir todavía había dos panaderías con mula: la de Palucha en el Pozo de las Eras y la de Ismael en la calle Cambronera. ¡Lo de la mula era la leche!, que la mula paraba sola, sabía dónde tenía que parar y el panadero voceaba y claro no se vendía lo mismo. Era otra vida.

-Otra vida sin tanto coche. ¿Cómo llevas lo del tráfico?

¿Tráfico? Muchísimo, muchísimo. Y mira, todo el mundo en coche a todas partes y más bolardos, no hay hueco para parar la furgoneta… Comprendo que molestamos pero bueno, es cuestión de paciencia o de no coger tanto coche. Hay que llevar bien las cosas y no enfadarse.

-Se mantiene la demanda o aumenta el hábito de ir al despacho de pan.

La gente joven, como todo el mundo está trabajando, se acercan al despacho pero todavía queda mucho reparto.

-¿Se han olvidado los meses de pandemia?

 A mí no. Fue un caos, estuvimos ahí en el frente trabajando mucho y vendiendo mucho. No ves que los bares cerrados, los hombres no salían a trabajar, todo el mundo encerrado en su casa… se vendía pan y pan y más pan, no te lo puedes imaginar. Fue un estrés continuo, llegaba todos los días a las últimas sin pan. Y todos los días un poco más y seguía faltando, y otro poco y seguía faltando. El pan tiene una cosa, tienes que tener para la primera y para la última; no vale eso de se me ha terminado el pan, el pan no puede faltar. Se trabajó mucho y con miedo, desinfectantes, mascarillas, guantes, monos. La cabeza estaba entre el trabajo, el miedo… No se olvida, no. Nosotros tuvimos que meter a otra mujer para repartir que sigue con nosotros y me quita por lo menos otras 2 horas de reparto.

“El pan tiene una cosa, tienes que tener para la primera y para la última; no vale eso de se me ha terminado el pan, el pan no puede faltar”

-Veo que hablas todo el rato en femenino. ¿Cuáles son las mejores clientas?

Yo les digo que son las más sufrioras. Me refiero a las últimas de la ruta. A ellas les toca que si no queda barra grande cojan dos pequeñas o al revés. Es muy difícil calcular. Esas son las mejores. Y hablo en femenino porque son ellas las que salen a la calle a por el pan, hay pocos ellos.

-¿Qué es lo que más se vende?

Cuando yo empecé, con 22 años, se vendían panes, se llenaba la Dyane 6 de panes sobre sacos de papel en el suelo. Solo se colocaban panes y a lo mejor seis o siete barras. Y se ponía un pan tierno y otro duro, uno tierno y otro duro.

-¿Y quién se comía el duro?

Pues nadie decía na. Entonces no se comía el pan tan tierno. La mujer cogía tres, cuatro o cinco panes y a la orza. No era pan diario. Empezaron las barras y ya no era lo mismo, una barra ya tenía que ser tierna y ronchona. Y poco a poco más barras y menos panes y en cosa de 6 u 8 años se pasó a la barra.

-Y es cuando se meten también las madalenas y galletas en la Dyan 6

Que no se vendían, como te he dicho, salvo en fechas especiales. Y ya cuando yo empecé llevaba algunas bolsas y a casas un poco mejor situas. Empieza a cambiar todo justo cuando entro a trabajar en el 82. Mari Cruz me cuenta que en Navidad se hacía cola en la calle de gente para comprar rosquillos, pastas… dulces que solo se hacían para esos días.

-¿Tanto hemos cambiado?

Hemos cambiado en todo y en el pan mucho. Ahora lo que más se vende es la barra, panes menos.

“Hemos cambiado en todo y en el pan mucho”

-¿Cómo llevas este trabajo con la vida?

Bien, lo llevo bien. Creo que lo echaré de menos, aunque quiero jubilarme. Echaré de menos salir a la calle. Mira, te enfadas, te molestas, sales a la calle y se te pasa, te despejas. Y hablas y yo hablo mucho.

-¿Cómo ves el tema de continuidad en los trabajos de panaderías y hornos?

En general no hay continuidad. Y como decimos, es que todo ha cambiado mucho. Es difícil competir. Se necesitaría que los hornos pequeños hicieran una inversión grande en maquinaria porque a fuerza de sueldos se hace imposible. Si metes gente para trabajar a mano el pan tienes que venderlo carísimo o necesitas gente que lo compre. El pan que hago a 1,45 lo tendría que vender a 5 euros. De aquí a ocho años, en el pueblo desaparecemos muchos o contamos con gente valiente para salir adelante. No hay continuidad por inversión y competencia. Cerraron con la jubilación Ismael, Palucha, Jemi… sin encontrar continuidad y así seguirá siendo según vayan llegando las jubilaciones. Se quedará El Orejón que han adaptado y es un negocio familiar.

“En general no hay continuidad para este tipo de trabajo y en unos años irán desapareciendo los hornos en el pueblo”

-¿Cómo ves Criptana?

Lo veo bien al menos por las mañanas que es cuando yo recorro el pueblo. Veo que la gente sale a comprar, gente por la calle y cuando hay fiesta no te digo na.

 

 


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