El ferial y muchas historias que contar

“A pesar de los pesares me encanta esta vida, es mi mundo y no la cambiaría por nada"

Laura Figueiredo (29 de agosto de 2023).- Cuando a las tres o cuatro de la mañana la feria se va apagando llega el silencio del descanso para los feriantes. Un silencio que dura bien entrada la mañana porque aquí se vive de noche y se duerme de día. Es todo un pueblo lleno de historias y anécdotas que sale cada atardecer de las casas rodantes para ofrecer la cara de luces, ruido y alegría que todos vemos y disfrutamos en la feria.  

Ahí está siempre y en el mismo lugar el Bar Merendero STOP y el Ruiz que es de los mismos propietarios y donde el pollo asado sigue siendo la bandera pero ya acompañado de mucha plancha y fritos. Está Jessi que junto a su madre Maribel se reparten el trabajo de tres atracciones: el castillo hinchable, las colchonetas y la jumping y viajan casi siempre juntas. Ellas montan y desmontan con ayuda de un trabajador y ella, Jessi coge el camión dirección a una nueva feria. Les acompaña la abuela que mira todo con los ojos bien abiertos sin hacer ruido. 

Y está Santiago de los coches de choque de niños que es de Navas de San Juan y Enrique (Quillo) con su Dragón Vacilón y su mujer María del Mar con el puesto de los mejores helados y granizados. Y Gabriel y Yónatan, trabajadores muy jóvenes que bien puntuales están ya colocando los globos que decoran al gusano que nada más entrar al ferial da la bienvenida a todos los niños y no tan niños. Y más allá más puestos, más atracciones, más nombres y más historias que contar con nombres y apellidos que suelen repetirse ya desde hace tres y cuatro generaciones.

 

En estos días que Campo de Criptana abría las puertas a los feriantes he hablado con algunos de ellos en el recinto destinado a los niños y he llegado a la conclusión que desde fuera la vida del feriante se ve más dura que desde dentro. Todos me dicen que para ellos es de lo más normal del mundo porque todos o casi todos se han criado en la feria de un sitio a otro, son feriantes de cuna. No se sienten para nada diferentes y su trabajo como otros muchos, tiene sus peculiaridades. Hay incluso quien me asegura que “pese a los pesares me encanta esta vida y no la cambiaría por nada del mundo.” Cuando son niños toca colegio durante el curso bajo el cuidado de los abuelos y los veranos son con los padres de feria en feria. Luego con los años toca ponerse al frente de la empresa. La gran mayoría trabaja de mayo a octubre y ya hasta la próxima primavera no faltan trabajos con los que redondear el mes o sumar en la cartilla de ahorros.

Todos son tercera e incluso cuarta generación de feriantes y miran ya a la próxima entre los más jovencillos. No ocultan la dureza del montar y desmontar, cargar y trasladar, pero lo cuentan con toda naturalidad “porque es lo que hay”. La dureza la dejan para lo que pasaron abuelos y padres, “ahora ha cambiado a mejor, las caravanas son casi como tu casa”.

Si eso es casi lo peor, para todos lo mejor es la alegría de los críos cuando suben a la atracción “es que mola mucho y es lo que nos da fuerzas para seguir porque esto es duro”. Unos niños que llegan acompañados de unos padres que en ocasiones disfrutan más que lo críos con solo mirarlos, aunque no faltan quienes prefieren un rodeo antes de pasar por delante de tanta atracción.

Los matrimonios que he conocido eran ambos de familia de feriantes. Hasta ahora, o hasta no hace mucho, era frecuente casarse entre ellos. Se conocían en su círculo de ferias y nada de esta vida les cogería por sorpresa.

Lo que últimamente no coge por sorpresa a los feriantes-propietarios es la dificultad para encontrar trabajadores dispuestos a trabajar de feria en feria. “Las pagas de 450 euros y más de una y dos chapucillas son muy malas para ponerte a trabajar”.

La pandemia, que fue nefasta, la consideran superada, aunque cada vez cuesta más rentabilizar gastos. Nos recuerdan que no llegan “de gratis” al ferial y que nadie les subvenciona nada de nada. Hay ayuntamientos, aseguran, que se pasan y dejan al de Campo de Criptana como uno de los que mejor se porta con ellos.

Para unos, Criptana tiene un público que responde muy bien mientras que para otros se queda un poco corto en relación al número de habitantes.

En lo que coinciden todos a los que he preguntado es que ninguno se ha leído el libro Feria, de nuestra paisana Ana Iris Simón. A todos les he animado a leerlo porque seguro que en bastantes cosas se sentirán identificados con la vida de nuestros Bisuteros.

Bar Merendero stop, de toda la vida

Son poco más de las 11 de la mañana y el termómetro alcanza casi ya los 30 grados. Solo veo en activo a Diego Cecilia Pardo y su mujer Carmen Garrido Peláez que ya montaban el Bar Merendero STOP en el parque. Ambos de Navas de San Juan en Jaén y ambos tercera generación de feriantes con dos nuevas por delante, hijos y nietos. De hecho, ahora el negocio lo llevan sus tres hijos algo ante lo que Diego asegura sentirse “contento hasta la eternidad, esto es lo más grande ver a tus hijos y mirar ya a los nietos”. Algo que entre feriantes es más habitual de lo que pensamos.

Cecilio: “Esto es lo más grande, ver a tus hijos y mirar ya a los nietos” 

 

Son unos cincuenta años de merendero STOP que comenzaba con el padre de Diego. Detrás de tantos años de trabajo “hay muchos co… o si prefieres muchas, muchas narices”. Para este feriante, la vida de la feria es muy dura. Nos cuenta que en su pueblo quien no es feriante es familia de feriante. “Allí la aceituna daba para dos meses y algo había que hacer así que a uno se le ocurrió salir de feriante a los caminos y de ahí ya empezaron a salir casi tos”.

Los Cecilia Garrido se ponen en marcha en mayo hasta octubre para luego descansar un poco “y pronto ya estamos con el merendero a cuestas de nuevo” por Toledo, Cuenca y Ciudad Real. Diego nos dice que el manchego es gente buena.

La bandera del merendero siempre ha sido el pollo asado, aunque con el tiempo la carta se ha ampliado muchísimo y junto al pollo hay los típicos montados y raciones, frituras de pescado, más carnes, hamburguesas, baguettes… “pero siempre merendero” insiste Diego. Sirven cenas hasta que empieza a refrescar y se pueden dar también comidas.

Es su mujer, Carmen quien nos explica como ahora ellos son quienes se quedan cuidando a los nietos, lo mismo que hace años hacían sus padres con sus hijos. Y es ella quien nos comenta que el merendero Ruiz, que se instala en frente del STOP, lo compraron hace un tiempo y decidieron mantener el nombre. “Y sí, detrás hay mucho trabajo pero es lo que hay”.

Su hijo Valentín aparece entre las sillas recogidas para ir con su padre a hacer una revisión a la furgoneta. Ya son cerca de las 11.30 y el calor va a más y más. Nos cuenta que para él lo peor es montar y desmontar y lo mejor, no tener una rutina de trabajo diaria de horarios, salidas y entradas y comidas “creo que no lo aguantaría”. Nos asegura que Criptana no es muy de pollos, piden más pescado, baguettes, pinchos morunos, fritos y a la plancha… Ya le digo yo que los criptanenses somos de pollo los martes.

Valentín: “Criptana no es muy de pollos, piden más pescado, baguettes, pinchos morunos, fritos y a la plancha” 

 

Valentín nos habla de la dificultad de encontrar trabajadores y nos habla de los 450 euros y los trabajillos con los que tirar un mes y otro mes. En su caso cuenta con siete trabajadores y bien le harían falta otros dos. También nos habla de la buena gente que uno se encuentra año tras año por los pueblos y que una feria tras otra alegra saludar.

Elisabeth, vivir la feria de otra manera

Termina de lavarse la cara y hacerse una coleta para ponerse en marcha ya por la mañana. Es Elisabeth y es el primer año que trabaja en una feria a pesar de ser familia de feriantes y lo hace en el Bar Merendero STOP-Ruiz. Tenía ganas de saber cómo se trabaja y se vive desde la otra parte de la barra de un ferial.

Y claro que “es muy diferente venir a tomarte una cerveza que servirla. Todos preferimos, como es lógico, que nos den la cerveza”.  Por ahora y en el tiempo que lleva viviendo la feria de otra manera asegura que es “mucho más llevadero de lo que pensaba, creí que iba a ser más duro”.  

Es un trabajo distinto, nos dice, al de su ocupación habitual que es en un almacén de naranjas en Valencia. “Y esto no es más duro, señala, son faenas diferentes y en todas hay que trabajar y echarle ganas y energía”.

Elisabeth sabe que es difícil encontrar trabajadores para la feria y para el almacén de naranjas y para… “la gente quiere trabajar 8 horas, cobrar 1600 euros y conforme está todo no puede ser. Aquí no me quejo para nada”. Ella me asegura que sabe lo que es tener que trabajar “por circunstancias de la vida y porque además es lo que te enseñaban”. “Ahora, añade, todo ha cambiado, nada es como antes”.

El merendero abre sobre las 20h y la plancha siempre está dispuesta. Luego toca recoger “pero ya pensando en que te vas a descansar con la satisfacción de que la gente se vaya contenta”. Y no lo duda “sí, repetiría la próxima feria”.

Elisabeth: “sí, repetiría la próxima feria”

 

 El Dragón Vacilón, Gabriel y Jonathan

Ya a primera hora de la noche hablo con Gabriel y Yónatan, trabajadores en el Dragón Vacilón. Están colocando los últimos globos que adornan la barandilla. Gabriel lleva cuatro años en las ferias porque es donde encuentra trabajo. Ha ido cambiando de atracción y tras la temporada de ferias trabaja en una churrería. Nos dice que echa mucho de menos su pueblo porque él si se siente de un lugar y ese lugar es Talavera de la Reina.

“Es una vida que está bien si sabes llevarla; es mucho trabajo sobre todo en el montaje y desmontaje que son cuatro horas y media” nos dice el talaverano mientras que Yónatan, de Villacañas, afirma que “al final es un trabajo más normal de lo que la gente piensa. Es cuestión de echarle ganas”.

Yónatan: “Al final es un trabajo más normal de lo que la gente piensa. Es cuestión de echarle ganas” 

 

Los dos compañeros coinciden en que lo mejor es ver las caras felices y sonrientes de los críos “Después de sufrir tanto para montar esto, dice el villacañero, verlo rodando con los niños felices y sonriendo es lo que mola”. Gabriel añade como algo muy positivo en la vida del feriante “el cómo nos tratamos entre todos, somos una familia, hay buen ambiente entre los feriantes”.

Quillo y María del Mar

Quillo es Enrique y es el propietario del Dragón Vacilón junto a su mujer, María del Mar que hasta Criptana ha traído un puesto de helados y granizados “los mejores del mundo” se encarga ella de recordarnos. Los dos son del pueblo todavía llamado Villanueva de la Serena en Badajoz, provincia de donde salen muchas familias feriantes.

Ambos son tercera generación de feriantes “y ya tenemos otra, a ver qué hacen”. La feria, asegura Quillo, es alegría y para estar tantos años al pie del cañón “no queda otra que echarle narices y renovarse”. Nuestro feriante ha tenido pistas de coches, toritos, pistillas, dragones… “Se trabaja duro pero como en todos laos y quien ha nacido en medio de la feria lo lleva bien”. Recorren La Mancha y también se acercan hasta Madrid para recogerse en octubre. A Criptana lleva viniendo seis años “y es una feria regularcita para el tamaño de pueblo que es”. “Sí, nos dice, se puede vivir de las ferias, pero no están como antes, están más flojas y hay que buscarse alguna cosilla en invierno”.

María del Mar nos recuerda como la historia se repite generación tras generación: “nos hemos criado en los colegios con los abuelos y en verano con los padres y ahora el matrimonio con los hijos. 2 niñas que no sabemos si querrán seguir o no”. Por eso, nos explica que la vida del feriante es más dura para el que lo ve desde fuera “para nosotros no es duro, aquí nos hemos criado. Sería duro irnos al campo, irnos a vendimiar”. De hecho, nuestra heladera nos dice con una sonrisa bien amplia en la cara “lo de ir cada semana a una feria se ve bonito de mayo a octubre y luego ya a casa para preparar los aparatos para otro año nuevo”

María del Mar: “Lo de ir de feria en feria no deja de ser algo bonito para luego ya en casa preparar los aparatos para otro año nuevo” 

 

Para terminar, me dice que la feria es un mundo tanto de hombres como de mujeres pero que es difícil encontrar a mujeres solas.

Santiago Lara y lo que se lleva en la sangre

Con ese nombre y apellido bien podía ser de Campo de Criptana pero no, Santiago Lara es de de Navas de San Juan, el pueblo jienense donde todos son feriantes o familia de feriantes. Él pertenece a una de las muchas familias de feriantes y es la tercera generación criada en los feriales. “Soy feriante porque nací en la feria, aunque dedicado a esto llevo 23 años”. “Mi padre feriante de toda la vida y es que a quien prueba esto… se le mete en la sangre como a los toreros y ya…”. -¿Y tus hijos, serán la cuarta generación? La respuesta es contundente “por desgracia sí y te lo digo porque cada vez esto está más complicado y se saca menos, pero estos no quieren estudiar a pesar de tener sus posibilidades”. “El problema, señala Santiago, es que ven que vivimos bien y que no lo pasamos mal”. Cuando llega noviembre, Santiago ya tiene otro trabajo menos itinerante “porque la feria te da para vivir, pero no para agenciar, para poder ahorrar e invertir”.

Santiago, afirma que “hoy por hoy para apostar por la feria tienes que tener riñones”. Reconoce que hay muchas más comodidades para la vida del feriante, pero se gana menos. La mayor alegría es saber que el pueblo espera con ilusión la feria año tras año.

Santiago: “hoy por hoy para apostar por la feria tienes que tener riñones” 

 

Jessi, una mujer sola entre castillo, jumping y colchonetas

Poco más allá me encuentro a Jessi, una mujer de 31 años al frente del negocio. Ella monta y desmonta y conduce su camión hasta donde haga falta con la ayuda de un trabajador. Su madre, Maribel, le acompaña en ocasiones. Cada una tiene sus atracciones. Jessi cuenta con el castillo hinchable y la jumping y la madre con las colchonetas. Jessi me cuenta que en la feria hay mujeres y empresarias “pero que vayan solas y además con su carné de camión por delante no conozco, no es lo habitual ni mucho menos”.

También me cuenta que son las circunstancias las que te hacen coger el toro por los cuernos “doy el paso porque me separo y me quedo con esto y tiro con todo para delante”.

Se considera feriante de cuna, de madre y abuelos y con una nueva generación por ver qué deciden, sus hijos; nació poco antes de que su madre viniera a la feria de Criptana, cuando se montaba en el parque. Nunca se ha sentido diferente “yo he ido al instituto como todos los niños y llegaba el verano y me iba a la feria”

Jessi ve muchas cosas bonitas en las ferias: el compañerismo, sentirte en familia y sobre todo “conocer gente muy buena en el camino”. Ella lleva el castillo a cuestas durante todo el año, trabaja por La Mancha y Madrid en primavera y verano y el invierno lo deja para la Comunidad de Valencia.

Nos dice que la feria este año ha ido algo más floja y nos recuerda que ellos también pagan impuestos “y en algunos sitios nos asfixian” y ya hubo que subir casi todas las atracciones a 4 euros. Enseguida indica que el Ayuntamiento de Campo de Criptana “no se porta mal”.

La noche del lunes tocó no dormir, se cerraba una feria para empezar otra. Jessi cargó su camión y cogió rumbo a Puebla de Almoradiel para volver a descargar, montar y abrir.

No sé si iría con su madre y su abuela, Maribel y Josefina, pero en Criptana se han juntado las tres generaciones de mujeres. Maribel salió también adelante después de separarse y con el apoyo de sus padres. Una vida que como muchos dicen no deja de ser dura pero Maribel lo tiene claro “a pesar de los pesares me encanta esta vida, es mi mundo y no la cambiaría por nada”.

Maribel; “A pesar de los pesares me encanta esta vida, es mi mundo y no la cambiaría por nada” 

 

Tampoco sé a dónde habrá ido Maribel pero lo que es seguro es que sigue de feria en feria y con la compañía segura de su madre que continúa mirando las luces de la feria con los ojos muy abiertos como una niña y sin hacer un ruido en medio de tanto ruido. 

 


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