“Hay que aceptar que no voy a ser como antes en muchas cosas, pero no importa. Lo importante es que estoy aquí”
Laura Figueiredo (15 de marzo de 2023).- La veo con su pelo corto y hasta no hace tanto con su pañuelo y lo tengo claro, es una mujer más con cáncer y en pleno tratamiento. Coincido con ella en alguna de las muchas actividades de la Asociación Española contra el Cáncer de Campo de Criptana, habla, escucha, sonríe y se muestra muy activa. El siguiente encuentro casual es en la peluquería. Había que recortar algunos mechones en ese pelo que empieza a crecer de forma desordenada. Es entonces cuando quedamos, yo dispuesta a preguntar y a escuchar y ella dispuesta a aportar y compartir su experiencia, actitud y sobre todo su vivencia por si a alguien puede ayudar. “Sí, tengo cáncer de mama y las cosas son como son y hay que llamarlas por su nombre”. Así de contundente es nuestra entrevistada.
Es Ana Escribano Casarrubios, nos habla con serenidad y sinceridad de una enfermedad cruel y dura que ella ha decidido coger por los cuernos y hacer todo lo posible y más para vencerla. Lo hace con los pies en el suelo, sin drama ni victimismo y con todas las dudas y todos los temores porque no es la mujer más valiente del mundo. Lo que sí que es Ana, es ordenada, disciplinada y cuadriculada como buena contable que es. Una forma de ser que el cáncer no ha borrado y que le lleva a informarse, a colocar cada cosa en su casilla y poner todo de su parte para que el resultado final cuadre y sume.
Con su pañuelo y su pelo corto quiere naturalizar una situación y minimizar un hecho que al fin y al cabo no deja de ser estético y que tiene solución en medio de un día a día donde hay otras batallas que librar más importantes. Con Ana recorremos un proceso que va más allá de la fase física porque como ella nos dice “esta enfermedad ataca el cuerpo, la mente y el espíritu”. Un proceso en el que la AECC es un apoyo muy importante.
Ana nos habla con serenidad y fortaleza y con la confianza en que sus resultados médicos a finales de este mes sean todos una V de victoria. Mientras, hay que acallar los miedos y las dudas que siempre amenazan con quedarse dando vueltas en la cabeza y restando fuerzas a la lucha y a la esperanza. A esos demonios Ana sabe decirles con voz firme -quitad y dejadme-.
-Ana ¿Cómo estás?
En versión corta, bien sin entrar en detalles. En versión larga, con los efectos secundarios de dos tratamientos hormonales que tengo ahora mismo y que tienen lo suyo, son fuertes. Y arrastrando consecuencias de quimio y radio que son más fuertes aún. Con todo ello te diré que no me encuentro mal, estoy bien.
-¿Hay una Ana de antes y una Ana de después? ¿Evitas las comparaciones?
Las comparaciones no son nada recomendables, me frustran. He pasado un proceso duro y tengo que ser autocompasiva conmigo misma y ser consciente de que hay secuelas que van a desaparecer y otras se van a quedar conmigo. Estoy en el camino de aceptación diría yo y si no soy como antes pues no pasa nada.
-Esto es un duelo.
Efectivamente, aquí lo que se pierde es la salud y el yo de antes y esa pérdida no deja de ser un duelo que hay que saber llevar con su proceso.
“Aquí lo que se pierde es la salud y el yo de antes y esa pérdida no deja de ser un duelo que hay que saber llevar con su proceso”
-¿Cuál es ese proceso?
Hablo de mi proceso y cómo yo lo vivo; es muy largo y cada etapa lleva su historia. Empiezas cuando te dan el diagnóstico que en mi caso no fue muy chocante. Fui yo quien me vi el bulto y ya mi madre había pasado por un cáncer de pecho en 2015. Entonces, el médico de cabecera te manda al ginecólogo y pruebas. Empiezas con mamografía, eco mamaria, resonancia magnética… tenía clarísimo que era un cáncer por lo que te vas mentalizando y cuando llega el momento de la consulta y te lo dicen… pues no fue nada que no esperara.
-Siguiente escalón.
Lo tienes que decir en voz alta y lo tienes que decir en el trabajo y lo tienes que expresar verbalmente y eso es duro. Se abre el tiempo de espera para que te operen y ahí estás dos o tres meses en el limbo en los que tú sigues tu vida normal como si no ocurriera nada, pero nada es normal y ocurre mucho. Son incertidumbres que tienes hasta que se van cerrando episodios y te van informando. Y te informan lo justo y si tú quieres preguntar preguntas.
-Y tú eres de las que preguntas.
A mí me gusta tener información. Quiero entender el tratamiento que me están poniendo, la medicina que me estoy tomando porque sabiendo lo que hacen en mi cuerpo tomo conciencia y me ayuda a encajarlo mejor. Hay gente que no quiere tanta información.
-Y te operan una primera vez y una segunda vez a los tres meses de descubrirte el bulto. ¿Cómo se viven esos tiempos?
Se hacen largos, estás tensa, quieres que todo pase rápido pero esto lleva un protocolo y unos tiempos y no estoy yo sola, hay mucha gente. Llega una primera operación y su recuperación y a las semanas otra segunda operación y otra recuperación. En ese momento estás centrada en el tema físico. La quimio es una etapa muy física y poco mental pues tu objetivo es llegar de la mejor manera física a la siguiente sesión y así poder decir –una menos-. Yo empecé mal, en la primera hubo bajón de defensas, ingreso, aislamiento… no me volvió a repetir. Fueron 6 ciclos de quimio cada 21 días. Luego seguimos con la etapa física, llega la radioterapia, quince sesiones en mi caso. Esto en comparación con quimio es coser y cantar.
-Terminas ya lo peor.
Eso creía yo. En septiembre termino con todos los ciclos y me dije -a partir de ahora a mejorar-. Pues no, toca tratamiento hormonal con sus efectos secundarios que se suman a las secuelas que arrastras de antes. Las cosas no van tan rápidas como una quiere. Luego hay unas secuelas que no se ven pero ahí están: dolores musculares, insomnio, neblina mental… Así que te puedo decir que estoy bien dentro de un terremoto que cae en mi casa, solo en mi casa porque en la casa del vecino no cae.
-Momentos cruciales.
En los momentos cruciales te invade la soledad a pesar de que yo he tenido la suerte de que mi marido me ha podido acompañar a todo. Te hablo de la antesala del quirófano, aunque estás rodeada de muchas personas te sientes sola. Te hablo del primer día que te sientas en el sillón rojo de la quimio, te metes en lo desconocido; te hablo de cuando te duchas y te quedas con un mechón grande de pelo en la mano, sabes que va a llegar ese momento pero es que ya ha llegado. Yo salgo y me lo corto para que luego mi marido me lo rapara y ya mando una foto al grupo de familia para cuando me vean no sea tan impactante. Son momentos más intensos. Otro crucial es mi primera revisión que será a finales de marzo. Yo todavía no sé si todo esto ha funcionado. Yo confío en que sí. Pero a veces aparece sobre mi hombro un pajarraco que susurra tus peores miedos y no me gusta nada y tengo que decirle –calla, vete-.
-Tras toda esa etapa física, llega la mental.
Empieza el tema mental con ese -¿y si vuelve?-, - y si vuelve ¿cómo vuelve?-, -¿y si es una de esas células viajeras…?-. Hay una estadística, que en el 30% de las pacientes con cáncer de pecho hay recaídas y yo no sé si voy a ser de las del 30 o de las del 70. Y eso no lo sabe nadie. Y ahí está el pajarraco en el hombro que te habla y le tienes que decir de nuevo –quita-. Son demonios que se escapan de nuestra cabeza y cuando lo hacen tengo que encerrarlos porque no me hacen bien pero esos demonios están ahí. Espero con el tiempo aprender a convivir con la incertidumbre y con el miedo de que todo esto vuelva.
“Muchas veces parece que llevas un pajarraco en el hombro que te susurra tus peores miedos y hay que decirle –quita, vete“
-Ese final es el que todas las personas enfermas temen.
Supongo. Mi prioridad es estar aquí y para ello tengo que pagar un peaje, que es el miedo, las secuelas… y lo pago muy a gusto y lo acepto. Hay que aceptar que no voy a ser como antes en muchas cosas pero no importa, lo importante es que estoy aquí. Esta enfermedad ataca el cuerpo, la mente y el espíritu.
“Esta enfermedad ataca el cuerpo, la mente y el espíritu”
-¿Qué tal llevas el espíritu?
Pues estoy en ello también. Hay que silenciar la mente y lograr paz interior, estar conforme con tu vida, vivir el día a día y confiar.
-Eres de las primeras mujeres que veo en el pueblo con pañuelo y ahora a cabeza descubierta. ¿Por qué?
Porque vamos a normalizar esto, el cáncer no es un tema tabú y quiero que me traten como siempre y para ello la primera que debo ser más natural soy yo. Hablo de normalizar la situación, aceptarla porque el cáncer no deja de ser un drama, pero como comprenderás en este momento el pelo es lo que menos me importa. Es un efecto secundario con solución, es algo estético y sigo siendo yo aunque no tenga pelo. Me pongo mi gorrita y mi pañuelo y ya está. Y mira, ya está creciendo el pelo y ya no uso el pañuelo.
“Como comprenderás en este momento el pelo es lo que menos me importa. Es un efecto secundario con solución”
-¿Cómo te mira la gente?
La mayoría de las personas somos muy normales y las menos son las personas imprudentes.
-¿Qué aporta una actitud positiva?
La actitud no te cura pero ayuda a sobrellevarlo a los de mi alrededor y a mí. Si a mí me ven triste y deprimida… ellos están también tristes y deprimidos. La actitud sola no cura por muy positiva que sea porque si esa célula viajera hace metástasis… todo se complica y mucho.
“La actitud positiva no te cura pero ayuda a sobrellevarlo a los de mi alrededor y a mí”
-¿La palabra cáncer se ha desdramatizado?
Antes era igual a muerte, ahora no se mira con ese tabú y ahora mismo los porcentajes de supervivencia son mayores. Pero es que el hecho de no decirlo no quiere decir que no lo tengas o no te vaya a volver. Es que se llama así y vamos a llamar las cosas por su nombre.
¿Cómo es la asistencia sanitaria en la zona?
Tenemos la gran suerte de tener el hospital a 10 minutos y que ahora mismo la quimio y la radio se dan en Alcázar de San Juan. Y tengo la gran suerte de que mi marido me ha acompañado a todo y vamos con nuestro coche y eso es un lujo. Luego es verdad que los profesionales en oncología son muy conscientes de donde están y son muy delicados y amables; te sientes protegido y amparado. Creo que son sensibles y el trato a nivel personal sin problemas. Los tiempos son los que son. Lo veo todo como un lujo. ¿Que me gustaría que todo fuera más rápido? ¡pues claro!
-¿Qué te aporta la AECC de Campo de Criptana?
Fui yo la que se puso en contacto con ella en el momento en el que me diagnosticaron el cáncer. Llamé a Mari Ángeles Reíllo, presidenta de la asociación en Criptana, quería que me informara. Me informa de los servicios con los que cuenta la asociación: psicóloga, asistente social y toda una serie de cursos y talleres a los que me podía apuntar cuando me recuperara de los tratamientos: taller de yoga, manualidades, actividad física, memoria... He ido yendo a los diferentes servicios según los he ido necesitando. Una vez que terminé con el tratamiento físico en septiembre, me apunto a todos los talleres porque quería estar activa, estar entretenida y cada cosa me viene bien y todo a través de la asociación que tenemos aquí mismo, en el pueblo. Yo quiero poner todo de mi parte y si hay espacios que me ayudan allí estoy eso sí, sin autoexigirme mucho por encima de mis posibilidades. Me da pena la gente que les pasa y se quedan en casa, esto ayuda y ayuda mucho; me gusta hablar y escuchar y tratar con la gente.
“La AECC de Criptana ayuda y ayuda mucho; me gusta hablar y escuchar y tratar con la gente”
-¿Por qué crees que apenas se apuntan hombres a la asociación y a sus actividades?
Las mujeres somos mayoritarias en todas partes a la hora de participar no solo en la AECC. A lo mejor necesitamos hablar más, no sé... pero es cierto que los hombres son muy pocos: en mi grupo de ejercicio físico solo un hombre, en yoga todas mujeres, en manualidades todas mujeres, en memoria todas mujeres. No sé…, creo que son menos emotivos y comunicativos y nosotras por el contrario somos emocionales y necesitamos comunicarnos. No sé… pero sí sé que los hombres también sufren cáncer y que igual que a nosotras nos ayuda el compartir y participar a ellos también les vendría bien, es algo bueno.